Algo tan natural como respirar, de lo que normalmente no nos damos cuenta de manera consciente mientras lo hacemos, requiere una serie de condiciones para poderse realizar. El aire debe fluir hacia los pulmones, y estos deben tomar oxígeno del aire y pasarlo a la sangre, y eliminar anhídrido carbónico. Si el aire no fluye adecuadamente (porque el paciente está muy dormido y respira pocas veces o de manera superficial, o porque el paciente no tiene fuerza suficiente para llenar los pulmones de aire), o si los pulmones están enfermos y no realizan adecuadamente el intercambio de gases, el organismo no recibirá el oxígeno que necesita para funcionar.
En estos casos, será necesario colocar un tubo que garantice la llegada del oxígeno a los pulmones, y utilizaremos una máquina (respirador) que suple a los músculos respiratorios y permite administrar oxígeno a mayor concentración de la que existe en el aire.
El hecho de tener un tubo en la boca y no poder moverse es incómodo, por lo que es habitual utilizar sedantes y analgésicos para mantener al paciente dormido y cómodo hasta que pueda retirarse la ventilación mecánica.