Así fue...Exposición:Entre fortines y trincheras
Recorre las numerosas huellas materiales que la Guerra Civil dejó en la región
La muestra ofrece una completa visión del desarrollo de la contienda española en Madrid y recorre, con una perspectiva patrimonial, cuarenta y tres hitos del conflicto localizados a lo largo de la región madrileña, que revelan el pasado traumático que puede leerse en nuestro entorno cotidiano.
La defensa de Madrid
¡Madrid, Madrid! ¡Qué bien tu nombre suena,
rompeolas de todas las Españas!
La tierra se desgarra, el cielo truena,
tú sonríes con plomo en las entrañas.
Así glosó Machado la épica y el terror de los días de noviembre, las jornadas críticas del ¡No pasarán!, cuando las columnas africanas del general Franco llegaron a las puertas de la capital y el desenlace de la Guerra Civil parecía pendiente de un hilo.
Las tropas franquistas irrumpieron en el territorio de la actual Comunidad de Madrid procedentes de Toledo, victoriosas tras levantar el sitio del Alcázar, para asaltar las defensas de la ciudad desde el oeste. Fueron detenidas contra todo pronóstico en la Casa de Campo y en el entorno del Manzanares, merced a la movilización popular y la resistencia de las tropas gubernamentales. Franco logró forzar el paso del río y tomar parcialmente la Ciudad Universitaria, pero ese esfuerzo supuso el fin de su avance. El frente quedó estabilizado en la capital y no variaría a grandes rasgos hasta marzo de 1939, tras más de dos años de enervante guerra de posiciones.
Los combates urbanos tuvieron un trágico epílogo con el golpe de Casado, que desató una guerra intestina dentro de la antigua capital republicana entre los partidarios de la rendición y los de la continuación de la resistencia. La capitulación de Madrid ante los franquistas se escenificó finalmente el 28 de marzo junto a las ruinas del Clínico. La guerra terminó unos días más tarde.
Las grandes batallas
El fracaso del ataque frontal contra Madrid empujó a los sublevados a cambiar de estrategia. Durante el primer invierno de la guerra, Franco intentó cortar las comunicaciones de Madrid con la Sierra, dividiendo así a las fuerzas republicanas que defendían la capital. Los tres ataques sucesivos (las tres batallas de la Carretera de La Coruña) se saldaron con un nuevo éxito defensivo de los gubernamentales, y la masa de maniobra franquista se trasladó al sur de la provincia.
Allí, junto al río Jarama, se libró la que muchos consideran como la primera batalla moderna en campo abierto de la Guerra Civil. Durante veinte días se desarrolló el sangriento forcejeo entre los contendientes por la carretera de Valencia, apoyados por numerosos voluntarios internacionales y equipados con el armamento que suministraban las potencias totalitarias. Era cada vez más evidente que la guerra de España había escalado en un conflicto internacional.
La última gran batalla que se libró en el entorno de Madrid fue también la más sangrienta. En los campos de Brunete, bajo el abrasador sol de julio de 1937, la República lanzó su primera gran ofensiva, tratando de distraer la atención que Franco había fijado sobre la débil franja cantábrica que permanecía fiel al Gobierno. La maniobra fue inicialmente exitosa, pero pronto degeneró en una batalla de desgaste que se saldó con decenas de miles de bajas a cambio de un puñado de kilómetros cuadrados sin valor estratégico.
La Dirección General de Patrimonio Cultural está desarrollando un ambicioso proyecto con el que pretende poner en valor los restos patrimoniales relacionados con estas grandes batallas. Se van a crear varios centros de interpretación centrados en los combates de Somosierra, la Sierra de Guadarrama, Brunete, Madrid y el Valle del Jarama. Además, habrá otros monográficos sobre las Brigadas Internacionales, las mujeres en la Guerra Civil, el salvamento del tesoro artístico, el Ferrocarril de los 40 días, la aviación, el Frente del Agua…
Por otra parte, se están llevando a cabo excavaciones arqueológicas en varios enclaves, que en el futuro se acondicionarán para su visita pública: Brunete, Colmenar del Arroyo, Parque Dehesa de Navalcarbón en Las Rozas, Los Molinos, Navalagamella, Pinto y Rivas-Vaciamadrid, entre otros.
La fortificación de un paisaje
El frente de Madrid quedó estabilizado, a grandes rasgos, a principios de 1937. Desde los pasos de Somosierra, al norte, hasta Algodor, al sur, se sucedían las posiciones de ambos bandos, formando una línea de unos trescientos kilómetros que fue fortificándose paulatinamente, primero con trincheras y alambradas y más adelante con fortificaciones en hormigón, que hoy constituyen los restos visibles más espectaculares del conflicto. Decenas de miles de hombres vivieron durante tres años en las duras condiciones que imponía la guerra moderna. Los soldados vivían a la intemperie sufriendo el clima extremo de la provincia madrileña, desde las frías noches entre la nieve y el hielo de la Sierra a los agotadores veranos de las zonas limítrofes con Toledo. Los piojos, las ratas o la dieta monótona convertían a las trincheras y fortines en lugares insalubres. El tedio de los combatientes de primera línea se alternaba con ocasionales golpes de mano y ataques menores.
Que el frente de Madrid se mantuviese prácticamente inalterado hasta el final de la guerra no suponía que fuese un lugar tranquilo. Puntos como la Cuesta de la Reina, la cabeza de puente del Jarama, o los puertos de la Sierra fueron escenario de feroces ataques y contraataques locales durante todo el conflicto, por no hablar de la continua guerra de minas que sufrieron sectores como el de la Carretera de Extremadura o, con especial crudeza, la Ciudad Universitaria. Esos combates no alteraron el curso de la guerra, pero causaron miles de muertos. La guerra de posiciones en Madrid imponía a los hombres un agotador estado de alerta continua.
CIFRAS DEL PATRIMONIO DE LA GUERRA CIVIL EN LA COMUNIDAD DE MADRID:
- Términos (o unidades administrativas) revisados: 179
- Términos con vestigios de la Guerra Civil: 105
- Términos sin vestigios de la Guerra Civil documentados: 74
- Términos con estructuras militares defensivas: 82
- Términos con aeródromos: 12
- Términos con vestigios del “Ferrocarril de los 40 días”: 15
- Fichas de elemento patrimonial revisadas: 800
- Fichas pendientes de inclusión en el inventario regional (trabajos 2017): 130
- Enclaves inéditos detectados en la revisión (2018): 36
- Términos con trabajos en curso (2018): 28
- Superficie polígonos fichas de elemento patrimonial: 20.000.000 m2.
- Estructuras militares de hormigón recogidas en inventario: 450 ud.
- Estructuras militares de otros materiales inventariadas: 1.450 ud.
- Fichas de inventario en las que se citan trincheras: 400 aprox.
La guerra en retaguardia
La guerra moderna no limita el sufrimiento a los frentes. La aviación y la artillería de largo alcance hicieron que la retaguardia fuese, en ocasiones, tan peligrosa como la primera línea, aun excluyendo el terror de la represión. Los civiles madrileños vivieron en sus propias carnes el conflicto, y Madrid tuvo que soportar una campaña de bombardeos que anticipaba la destrucción de muchas capitales europeas durante la Segunda Guerra Mundial. Aunque el gobierno republicano emprendió ambiciosas iniciativas para salvaguardar el patrimonio, cientos de edificios históricos resultaron dañados o destruidos por la revolución y las bombas. Las alarmas antiaéreas y los refugios se convirtieron en algo cotidiano para los madrileños, que sufrían además los rigores de vivir en una ciudad semicercada. Los civiles, especialmente las mujeres, soportaron las consecuencias del conflicto con gran estoicismo y abnegación. A pocos metros del frente, el corazón de Madrid era el de una ciudad aún viva, donde las colas del racionamiento convivían con las que se formaban a las puertas de los cines.
La guerra civil en la provincia de Madrid
La guerra se extendió por la mayor parte del territorio madrileño, aunque con desigual intensidad. En algunos sectores de la sierra de Guadarrama y en el entorno de la capital se registró una actividad continuada a lo largo de la contienda, mientras que otras zonas quedaron alejadas de los frentes, aunque no por ello dejaron de sufrir las consecuencias del conflicto. La guerra siempre estaba presente hasta en los lugares más apartados, bien fuera por el lejano rumor del fuego de artillería, el vuelo de los aviones de ambos bandos, o por servir de lugares de acantonamiento y descanso de las tropas e incluso por la presencia de infraestructuras directamente vinculadas al esfuerzo bélico como el trazado del llamado Ferrocarril de los 40 días, vital para el abastecimiento de la capital sitiada.
De los acontecimientos de aquellos días dan testimonio los numerosos vestigios de fortificaciones que todavía se conservan en muchos parajes de la región y las fotografías realizadas durante la guerra, que muestran a los combatientes instalados en ambientes muy diferentes, desde aquellos situados en las cotas más elevadas de la sierra, donde soldados debían lidiar además con los rigores del clima, hasta los que se encontraban en las llanuras del centro y sur de la provincia.
En el Archivo Regional de la Comunidad de Madrid y en la Biblioteca Regional de Madrid Joaquín Leguina se custodian numerosos documentos gráficos que guardan la memoria de aquel tiempo, revelando tanto la gran extensión que alcanzó el enfrentamiento y los efectos que este tuvo sobre el paisaje, como las duras condiciones en las que se desarrolló la lucha y las tremendas penalidades que soportó la población civil.
La lucha en la ciudad de Madrid
La ciudad de Madrid era el objetivo primordial de los sublevados, ya que de su dominio dependería finalmente el triunfo o el fracaso de la rebelión. La capital era el centro de un estado fuertemente centralizado, donde estaban ubicados las principales sedes del poder político, militar y económico del país. Poseía, además, un importante valor simbólico y se estimaba que su caída provocaría el cese de la resistencia en el resto del territorio.
Los planes para tomar Madrid incluían la sublevación de varios acuartelamientos y la organización de varias columnas armadas que debían dirigirse rápidamente hacia la capital para prestar apoyo a los focos de la rebelión, que finalmente fue sofocada en la ciudad en los días posteriores al levantamiento del día 18 de julio de 1936, mientras que las columnas rebeldes fueron detenidas en los puertos de montaña de la sierra madrileña. La capital estaba a salvo de la amenaza más inmediata, pero rápidamente debió preocuparse del peligro que representaba el Ejército de África, que a finales de ese mismo mes comenzó a transportar sus efectivos desde el norte de África hasta la Península por vía aérea y muy pronto comenzaría a avanzar imparablemente hacia Madrid.
En los primeros días del mes de octubre de 1936 los sublevados ya habían alcanzado los límites de la provincia de Madrid, reduciendo los focos de resistencia que iban encontrando en su camino. El día 21 de octubre las vanguardias de estas columnas ocuparon Navalcarnero y en los días sucesivos fueron cayendo en sus manos las localidades de Griñón, Brunete y Valdemoro. El día 6 de noviembre las columnas rebeldes llegaron a los suburbios de la capital, tomando posiciones en áreas de Carabanchel y Villaverde. Horas más tarde se lanzarían al asalto de la ciudad, que a duras penas consiguió resistir el ataque, quedando sitiada hasta el final de la guerra.
El Plan de Fortificaciones de la Comunidad de Madrid
La Comunidad de Madrid posee uno de los mejores conjuntos de fortificaciones de la Guerra Civil de toda la península, que destaca por su abundancia, su variedad tipológica y su buen estado de conservación.
Debido a ello, a la Comunidad de Madrid ha desarrollado el Plan de Fortificaciones de la Guerra Civil de la Comunidad de Madrid que permite documentar, proteger y conservar estos restos.
La Dirección General de Patrimonio Cultural está desarrollando también un ambicioso proyecto que permitirá poner en valor los restos patrimoniales relacionados con las grandes batallas que tuvieron lugar en la provincia.
En este sentido, se crearán varios centros de interpretación en torno a los combates de Somosierra, la Sierra de Guadarrama, Brunete, Madrid y el Valle del Jarama y se elaborarán monográficos sobre las Brigadas Internacionales, el papel de las mujeres en la Guerra Civil, el salvamento del tesoro artístico, el Ferrocarril de los 40 días, la aviación o el Frente del Agua.
Por último, se están llevando a cabo excavaciones arqueológicas en varios enclaves, que en el futuro se acondicionarán para su visita pública: Brunete, Colmenar del Arroyo, Parque Dehesa de Navalcarbón en Las Rozas, Los Molinos, Navalagamella, Pinto y Rivas-Vaciamadrid, entre otros.
El libro El Plan Regional de Fortificaciones de la Guerra Civil (1936-1939) de la Comunidad de Madrid representa la culminación de una de las primeras necesidades que el estudio de las fortificaciones de la Guerra Civil demandaba, la creación de un Libro Blanco que ofreciera las claves de cómo debemos acercarnos a este patrimonio bélico del siglo XX.
La obra nace como un instrumento para ayudar a los técnicos locales que tienen que preservar y tomar conciencia de que los restos de la Guerra Civil, a pesar de su cercanía en el tiempo, son vestigios patrimoniales de gran valor.
La publicación está disponible en descarga libre y gratuita.