
La Iglesia Parroquial de Benedictinos de Montserrat y su entorno
Bien de Interés Cultural en la categoría de Monumento.
La Iglesia de Benedictinos de Montserrat en Madrid tiene su origen en un antiguo monasterio fundado por Felipe IV para los monjes castellanos que fueron expulsados de Montserrat tras el levantamiento de Cataluña, como rechazo de la influencia castellana.
En 1914 fue declarada Monumento Nacional (Real Orden publicada en La Gaceta de Madrid de 23 de agosto) por su condición de hito cultural e histórico para la ciudad de Madrid. La declaración de su entorno de protección en 2022, se fundamenta en necesidad de velar por la adecuación de las futuras intervenciones urbanísticas y arquitectónicas, y evitar así la alteración de los valores ambientales asociados a la percepción del monumento, así como las posibles perturbaciones en su correcta visualización.
Consulta ► ORDEN 820/2022, de 3 de junio, por la que se delimita el entorno de protección de la iglesia.
Contexto histórico
El origen de este monasterio se sitúa en la sublevación de Cataluña de 1640 y la adhesión de la comunidad de benedictinos castellanos residentes en el monasterio de Santa María de Montserrat al poder central, con su traslado a Madrid respaldados por Felipe IV quien, en señal de agradecimiento, les ofreció protección con la fundación de un convento que quedaría bajo patronato regio. Tras una primera ubicación provisional, los monjes se instalaron en unas casas adquiridas por el rey para la construcción del nuevo monasterio, vinculado a la Orden de San Benito, en la calle de San Bernardo.
En 1668, ya en época de Carlos II, Sebastián Herrera Barnuevo, maestro mayor de las obras reales, elaboró las trazas del templo y dependencias conventuales. A su muerte, ocurrida en 1671, el arquitecto Gaspar de la Peña asumió la ejecución del proyecto. La propuesta de Barnuevo incluía un templo de gran amplitud claramente vinculado al esquema de iglesia jesuítica, una estructura espacial de tres naves, las laterales proyectadas a modo de capillas intercomunicadas entre los contrafuertes, especialmente destacadas las inmediatas al crucero; una gran cúpula en la intersección de las naves con el crucero y una amplia cabecera con sacristías a ambos lados. La nave central se cubriría con bóveda de cañón con lunetos, reservándose las cubiertas de aristas para las naves laterales. La fachada se proyectó tomando como referencia los diseños romanos de Vignola y Giacomo della Porta.
Problemas económicos obligaron a paralizar la construcción cuando apenas se había alcanzado la altura del crucero y estaba pendiente de concreción tanto la fachada del templo como el tramo central de la cubierta y la cabecera.
No sería hasta los primeros años del siglo XVIII cuando se retomaron los trabajos. En 1716 Pedro de Ribera, el máximo exponente del barroco madrileño, se hizo cargo de las obras. Se determinó rematar el templo en el punto en el que se encontraba, sin mayor desarrollo espacial, acordándose establecer la cabecera a la altura del crucero y prescindir de la cúpula proyectada. La aportación de Pedro de Ribera se hizo especialmente visible en la fachada del templo, al que confirió mayor monumentalidad y desarrollo respecto a la propuesta inicial de Herrera Barnuevo.
Ribera decidió ennoblecer la portada con un cuerpo de torres a ambos lados de la fábrica. Finalmente, solo se construyó la del lado del Evangelio, rematada con una cubierta de líneas bulbosas vinculada a modelos centroeuropeos, que aportó dinamismo al edificio. La torre del lado de la Epístola solo se construyó hasta la base. El arquitecto reforzó el carácter decorativo de la fachada con el uso de diferentes materiales en muros y enmarques de puertas y ventanas, dotando a la portada de un atractivo juego bícromo.
El monasterio fue exclaustrado durante el proceso de nacionalización de bienes promovida por Juan Álvarez de Mendizábal, convirtiéndose en galera o cárcel de mujeres, una función que mantendría a lo largo del siglo XIX. En 1892 presentaban un alarmante estado de ruina, determinándose incluso permiso para el derribo del inmueble.
En 1914 fue declarado Monumento Nacional a instancias del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, y devuelto a los benedictinos.
En el año 1986 el templo fue restaurado, llevándose a cabo una consolidación de las estructuras, especialmente resentidas con el paso del tiempo y los diferentes usos conferidos, a cargo del arquitecto Antón Capitel. En la actualidad, la iglesia depende de la comunidad de benedictinos de Santo Domingo de Silos. Las antiguas dependencias conventuales acogen una residencia de ancianos.