Galdós vivió de primera mano dos de las epidemias de cólera que asolaron Madrid en el siglo XIX en los años 1865 y 1885. Aunque cuando llegó la primera (1835) vivía todavía en Canarias, le dedicó su novela Un faccioso más y algunos frailes menos.

Durante la segunda oleada (1865) publicó en el periódico La Nación el cuento Una industria que vive de la muerte; episodio musical del cólera, que trata de un fabricante de ataúdes, que se enriquecía a costa de la epidemia y del sonido que hacía al martillear clavos.

En cuanto a la tercera (1885), a Galdós debemos El Cronicón (1883-1886), probablemente el tratado más completo realizado por un escritor sobre las epidemias de cólera sucedidas en Madrid.

Además del cólera, se encuentran referencias a otras enfermedades infecciosas, en varias novelas de Galdós. Es el caso de la tuberculosis en Doña Perfecta, Doctor Centeno, Lo prohibido, Miau y Fortunata y Jacinta, o la difteria en La familia de León Roch.

Los personajes femeninos son una constante en la obra de Benito Pérez Galdós. María Zambrano, en su ensayo La España de Galdós, reflexiona sobre la presencia de la mujer en la obra del escritor. Dijo de él que era “el primer escritor español que introduce a todo riesgo las mujeres en su mundo”. Escritor comprometido, se vale de sus inolvidables personajes femeninos para tratar de evidenciar muchos de los problemas que impedían que la sociedad de la época prosperase.

La importancia de estos personajes convierte a Galdós, en opinión de algunos críticos, en un  escritor precursor del feminismo.

Tres ejemplos de esta importancia son los títulos que les sugerimos: Marianela, Tristana y Fortunata y Jacinta, que ponen de relieve  la realidad social española desde la mirada de la mujer en distintos ámbitos.

Apasionado de la historia, Benito Pérez Galdós reconstruye en los Episodios Nacionales los hechos más decisivos del siglo XIX español, desde Trafalgar en 1805 hasta su época, a través de personajes inspirados en personas comunes.

Los Episodios Nacionales se componen de cinco series en las que, entre la gran profusión de personajes que aparecen, destaca siempre un protagonista alrededor del que gira la trama.

Siguiendo las peripecias de tres de estos personajes correspondientes a las tres primeras series les proponemos las siguientes obras: Bailén, perteneciente a la primera serie y donde seremos testigos de las andanzas del adolescente Gabriel de Araceli que, repuesto de las heridas recibidas en la jornada madrileña del 2 de Mayo, tomará parte en esta famosa batalla de la Guerra de la Independencia.

En la obra 7 de julio, perteneciente a la segunda serie, asistimos de la mano de Salvador Monsalud a los hechos ocurridos en 1822 cuando el rey Fernando VII quiso aprovechar el descontento de la Guardia Real para alzarse contra el gobierno constitucional y finalmente, la obra Zumalacárregui, de la tercera serie, ambientada en 1834-1835, donde nos acercamos a este personaje histórico de la mano del capellán carlista José Fago.

En 1862 llega Galdós a Madrid a estudiar Derecho, pero abandonaría la carrera, pues enseguida sustituye las clases por lo que él mismo llamó andar “flaneando” por calles y barrios. Así se le fue llenando la mirada con esas imágenes urbanas y humanas de Madrid, que pueblan muchas de sus páginas más intensas.

Madrid es protagonista de casi todas las novelas de Galdós, pero se ha elegido para ilustrar este tema su primera novela, La fontana de oro, preludio de los Episodios Nacionales, por estar ambientada en el café de tertulias al que hace referencia el título y que todavía hoy se puede visitar, en las proximidades de la Puerta del Sol. En otro sentido, Miau, proporciona un fresco fotograma de su sociedad y una interesante sátira del Madrid más burocrático.

Por último, como complemento para conocer directamente esta mirada de Galdós sobre Madrid, se recomienda pasear por la ciudad de la mano de la Guía del Madrid galdosiano, elaborada por Miguel García-Posada.

"Entré en la Universidad, donde me distinguí por los frecuentes novillos que hacía, como he referido en otro lugar. Escapándome de las cátedras, ganduleaba por las calles, plazas y callejuelas, gozando en observar la vida bulliciosa de esta ingente y abigarrada capital. Mi vocación literaria se iniciaba con el prurito dramático, y si mis días se me iban en “flanear” por las calles, invertía parte de las noches en emborronar dramas y comedias. Frecuentaba el Teatro Real y un café de la Puerta del Sol, donde se reunía buen golpe de mis paisanos".
Benito Pérez Galdós, Memorias de un desmemoriado, cap. II.

En la obra de Galdós se aprecia con claridad la tensión que existía en la sociedad española de entonces entre la tradición y la modernidad. El autor se sirvió de sus novelas para denunciar la intransigencia y la falta de libertad en el ámbito de las ideas, especialmente reflejadas en el problema religioso.

Ejemplo de este enfrentamiento son tres novelas que tienen como hilo argumental el conflicto amoroso.

En Doña Perfecta, ambientada en una ciudad provinciana, un joven ingeniero llamado Pepe Rey se enfrenta su tía, representante de una religiosidad intolerante, para conseguir la mano de su prima.

En Gloria el enfrentamiento lo protagonizan la católica Gloria y el Judío David Morton, ejemplo ambos de un fanatismo religioso exacerbado y finalmente, en La familia de León Roch, el autor nos nuestra la difícil convivencia del matrimonio formado por León Roch, hombre de ciencia y pragmático y su mujer María Egipcíaca,  profundamente religiosa que sigue ciegamente los dictados de su párroco, el padre Paleotti.

En su discurso de entrada en la Real Academia  Galdós dijo que “la novela es imagen de la vida”, y esto es lo que encontramos en sus obras, un fiel reflejo de las clases medias y populares del Madrid del último tercio del siglo XIX.

En las páginas de sus novelas contemplamos las actitudes y comportamientos, a veces mezquinos y a menudo guiados por el orgullo y la necesidad de aparentar, de la pequeña burguesía, frente a los sufrimientos y la miseria que deben afrontar los que se encuentran en el escalón inferior de una sociedad fuertemente jerarquizada.

Como ejemplo de ello les proponemos las siguientes obras: Misericordia, en la que a través de la historia de Benina el autor nos muestra la vida de las clases más humildes; La de Bringas, que muestra la inseguridad de las clases medias y la doble vida que pueden adoptar para mantener su posición; y Tormento en la que asistimos al trato que la pequeña burguesía podría dispensar a los parientes más pobres.

Además de un gran novelista, Benito Pérez Galdós ha sido uno de los autores fundamentales del Teatro español. Su faceta de dramaturgo se inserta en el movimiento general europeo de renovación teatral que impulsaron autores como Ibsen, Strindberg o Chéjov, todos con una vinculación inicial con el naturalismo, desde el que evolucionaron hacia el simbolismo. Más de veinte años transcurrieron desde sus primeras experiencias teatrales y su vuelta al teatro en 1892 con la adaptación de su novela Realidad.

Adaptó para la escena otras novelas como La loca de la casa en 1893, Doña Perfecta en 1896 o El abuelo en 1904, que fueron acogidas con éxito por el público y por la crítica.

Alguna de las obras que proponemos son La de San Quintín, que se construye a partir del esquema de larga tradición teatral que configura un triángulo sentimental, o Electra, que por motivos políticos o extraliterarios, constituyó un acontecimiento nacional y demuestra su valor germinal como teatro comprometido con la realidad e intensamente simbólico.

La obra de Galdós ha llamado la atención del séptimo arte desde principios del siglo XX con las primeras adaptaciones de sus obras por Domènec Ceret (La duda, 1916) y Elsie Jane Wilson (Beauty in Chains, 1918) hasta las más recientes (El abuelo, José Luis Garci 1998). La profundidad de sus personajes sobre ese fondo de crítica social que caracteriza sus novelas ha atraído a directores, actores y público en general.

Les proponemos las siguientes obras: Nazarín (Buñuel, 1959) en la que el padre Nazario encarna un catolicismo distinto al de su tiempo; Tristana (Buñuel, 1970) que narra la vida de la protagonista al cuidado de don Lope; y Tormento (Pedro Olea, 1974) en la que asistimos a la trama de intrigas y amor en torno a Amparo y Agustín en la casa de los Bringas.

Comprometido con la política, Galdós se afilió al Partido Progresista de Sagasta y en 1886 fue diputado por Guayama (Puerto Rico) en las Cortes. A principios del siglo XX ingresó en el Partido Republicano y en las legislaturas de 1907 y 1910 fue diputado a Cortes por Madrid por la Conjunción Republicano Socialista. En 1914 fue elegido diputado por Las Palmas.

Aunque Galdós participó continuamente en política, siempre quiso mantener un discreto segundo plano, pero sí dejó testimonio de su pensamiento a lo largo de toda su obra. Ejemplo de este interés lo encontramos en obras como la Desheredada y Torquemada en la hoguera en las que expresó malestar e inquietud por la ineficacia de los partidos y en La incógnita y Realidad en las que denunció la corrupción a todos los niveles como la causa principal de todas las lacras del sistema.

Con una buena formación musical, Galdós tocará el piano durante toda su vida y su presencia en conciertos será constante, realizando crítica musical en algunos periódicos. Uno de sus más tempranos y originales escritos musicales es el cuento Una industria que vive de la música: un episodio musical del cólera, publicado en el diario La Nación.

Si Madrid es el escenario de la mayoría de las novelas de Galdós, la música es el hilo que las conduce. Dedica a Beethoven, su músico favorito, dos capítulos de La desheredada (Beethoven y Sigue Beethoven). Alma y vida lo escribe con una estructura formal similar a las obras beethovianas. En Miau retrata al público del Teatro Real y en Gloria, la música está en todas partes.

Quiso ser libretista y colaboró en la adaptación de El equipaje del rey José, de Ruperto Chapí. Además, se produjeron obras musicales sobre sus novelas, destacando Cádiz, con música de Chueca y Valverde, y Zaragoza.