Autores
La mirada del autor
No sólo nos gusta leerlos, también disfrutamos a lo grande escuchando a los escritores. En nuestras entrevistas hablamos con ellos sobre el mágico arte de la escritura y la lectura y además sobre Madrid, sean vecinos de nuestra Comunidad o visitantes. Pero no sólo autores, también queremos conocer a otras figuras clave en el mundo de los libros: editores, bibliotecarios, gestores… En las entrevistas del Portal del Lector hay mucho que descubrir en torno a nuestra afición favorita: los libros.
Juan Casamayor, El Editor Del Cuento
“Si no tenemos lectores en las cestas, habrá que ir al árbol.”
Su compromiso con el cuento, y su trabajo intenso tanto en España como en América Latina —atendiendo por igual a voces consagradas y a quienes empiezan, o a quienes no gozan del prestigio que merecen—, le ha hecho merecedor del Premio Homenaje al Mérito Editorial que concede la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Desde que en 1999 fundara junto a Encarnación Molina la editorial Páginas de Espuma, la de Juan Casamayor es una de las voces a las que escuchar para saber de qué hablamos cuando hablamos de cuentos.
¿Cómo se vive el día a día en su editorial?
Un editor tiene que hacer muchas actividades, y tiene que procurar hacerlas todas bien para que la editorial funcione. Puede estar hablando con el distribuidor, con algún librero o algún periodista, con algún autor... y vuelta a empezar. Normalmente todo esto suele hacerse pegado a una pantalla donde fluyen programas de control de stock, redes sociales, correos electrónicos, manuscritos para imprimir. Los viajes permiten la indispensable lectura.
La editorial tiene su sede en Malasaña. ¿De qué manera se relaciona la editorial con su entorno?
Tener la editorial en Malasaña marca, sobre todo en estos últimos años donde algunas librerías están haciendo un trabajo cultural importante. Tenemos mucha relación con Cervantes y compañía y Tipos infames; no hay semana en la que no pasemos Encarni o yo a visitarles.
Pero la vida editorial se proyecta un poco más allá, porque nos encontramos con autores y periodistas en la hostelería circundante del barrio, algo cool e indie. En la proximidad, además, hay sitios como Casa de América o La Central. Es un buen barrio para tener una editorial.
¿Qué libros recomendaría a quien quisiera conocer el catálogo de Páginas de Espuma?
Los Cuentos completos de Antón P. Chéjov, creador junto con Poe y Maupassant del cuento moderno. Siete casas vacías, de Samanta Schweblin, una escritora ineludible en estos momentos, una maestra en el arte de distorsionar la realidad. Y Andar sin ruido, de Carlos Frontera, que consigue como pocos fotografiar ese momento de suspensión que ocurre a veces en las relaciones entre personas, y que representa la vocación de riesgo de la editorial.
¿Y qué títulos cree que pasaron desapercibidos de manera injusta, pero que el lector no debería olvidar?
Hace un año publicamos el tercer libro de cuentos de Miguel Ángel Muñoz, Entre malvados, una de las mejores obras escritas en los últimos quince o veinte años; me impresiona cómo asume el contenido de la violencia, cómo lo procesa y cómo lo devuelve al lector. Miguel Ángel sabe cómo cualquiera de nosotros puede alcanzar ese punto del mal, y —lo que más terrible— revela el lado humano de alguien que ha llegado hasta ahí. Funciona maravillosamente en este desequilibrio, donde suele estar la literatura.
Páginas de Espuma es la editorial de referencia para el cuento en nuestro idioma. Desde esa posición, ¿cuál es su opinión sobre el estado actual del género en Madrid?
Tenemos mucha suerte. Pienso muchísimo en el trabajo de Clara Obligado. Creó el concepto de taller de escritura creativa, trayendo aire fresco, y me parece que impregna buena parte del cuento en España. En Madrid confluyen varios factores que fortalecen el cuento: una buena red de escritores, de talleres, de editoriales, y la convivencia de varias generaciones, con un maestro indudable como José María Merino o las presenciales referenciales de Eloy Tizón, Pilar Adón o Javier Sáez de Ibarra.
La editorial desarrolla una labor muy activa en el fomento de la lectura en centros de enseñanza. ¿Cómo surge esta iniciativa?
De un compromiso cívico con el fomento de la lectura que —creo— debemos hacer los editores; más allá de vender ejemplares y fortalecer las librerías, hay que generar lectores. Si no tenemos lectores en las cestas, habrá que ir al árbol. Nos pareció que podíamos aportar algo a través del cuento —un buen género de iniciación a la lectura— con escritores habituados a este tipo de encuentros, para consolidar así una línea de trabajo en la que convergieran el fomento de la lectura, el protagonismo de las librerías y la militancia de algunos profesores. Después de tres años, estamos teniendo unos resultados muy buenos.
Para un editor, ¿qué significan las bibliotecas?
Por un lado, un espacio necesario en cualquier sociedad para que los lectores acceden al mayor número posible de títulos; un espacio donde no solo desarrollar la lectura, sino también encuentros con quienes leen, y bajo la tutela de unos buenos bibliotecarios. Eso sería el concepto ideal de la biblioteca. Por otro, significa una deuda pendiente de nuestras instituciones. Tenemos bibliotecas con dotaciones muy bajas, y no podemos permitirnos el lujo de tener un país sin buenas bibliotecas. Igual que los centros médicos o de enseñanza, la biblioteca debe convertirse en un centro indispensable para los ciudadanos.
¿Qué recorrido por librerías madrileñas nos sugerirías?
Limitándonos al centro de Madrid —aunque en la periferia hay librerías estupendas, que están trabajando muy bien—, me perdería por el fondo de la librería Rafael Alberti. De allí bajaría a Malasaña: disfrutaría en la sección de libros sobre música de Cervantes y compañía, o me tomaría una cerveza en Tipos infames. Ahí no acabaría el trayecto: me acercaría a la Machado del Círculo de Bellas Artes, a Berkana, a Panta Rhei, a Desnivel. Madrid no tiene todas las buenas librerías que podría tener, pero tiene muy buenas librerías.
Acercándonos a su faceta como lector, ¿qué libro con Madrid de fondo nos recomendaría?
Uno que leí en quinto de carrera, y que identifico siempre con Madrid: Noche de guerra en el Museo del Prado, de Rafael Alberti. Un texto curioso, entre la angustia y la fantasía, que nos acerca a un momento crítico de la ciudad.
Samanta Schweblin: El Cuento En La Boca
"Reescribir no es una tentación, sino algo necesario."
Podríamos decir que Samanta Schweblin es noticia por dos novedades que, paradójicamente, rescatan textos anteriores: el cuento La respiración cavernaria, cuya edición ilustrada —a cargo de Duna Rolando— inaugura una nueva colección de la editorial Páginas de Espuma; y el volumen Pájaros en la boca y otros cuentos, en el que Literatura Random House presenta una selección de sus textos realizada por ella misma. Pero lo cierto es que siempre resulta un placer charlar con Samanta Schweblin, una referencia del cuento no ya solo en nuestro idioma, sino a nivel internacional.
Coinciden en las librerías dos títulos nuevos y conocidos a la vez. ¿Qué significa para usted regresar a esos textos? ¿Cuál es la sensación?
Con los textos de Pájaros en la boca tengo ya una sensación de distancia. Hay cuentos que escribí a mis dieciocho y diecinueve años. Pero también siento mucho cariño, y me alegra mucho saber que los libros siguen haciendo solos sus caminos y se siguen reeditando y traduciendo —el libro llegará este año a sus treinta traducciones—, lo cual era algo absolutamente impensado para mí cuando el libro se publicó por primera vez, hará diez años atrás. Con La respiración cavernaria guardo todavía mucha cercanía, y el trabajo de ilustración de Duna Rolando me permitió reconectarme con la historia de Lola, e incluso descubrir cosas nuevas.
¿A qué cuentistas poco conocidos nos recomendaría descubrir?
El mes pasado leí un libro de cuentos de un boliviano, Maximiliano Barrientos: se titula Una casa en llamas. Me gustó mucho, realmente fue una gran sorpresa. Ah, y de David James Poissant, El cielo de los animales, ¡qué gran libro! En Argentina se publicó también hace poco el último libro de Federico Falco, Un cementerio perfecto, que es un grandísimo cuentista.
Aunque su nombre se identifica habitualmente con el género del cuento, ha publicado la novela Distancia de rescate. ¿De qué manera salta de una extensión a otra en su escritura?
Me cuesta hablar de “salto” porque no lo siento de esa manera. Para mí, contar historias siempre es sentarse frente a una silla e intentar controlar lo que quiero decir, hasta que las palabras sean las precisas —o tenga esa sensación, porque después, con la distancia, uno siempre descubre que podría haberlo hecho mucho mejor—.
Algunas de esas historias precisan diez páginas, otras sesenta, otras ciento cincuenta. La extensión es una fatalidad, el resultado de ese trabajo. No es que no sepa qué género enfrento antes de empezar, tengo una intuición de su longitud, pero lo que no siento es que eso cambie mis formas de trabajo, o mi escritura. Para mí siempre se trata de contar una historia.
Con la versión inglesa de Distancia de rescate fue finalista del Man Booker International. ¿Cómo afronta el trabajo con sus traductores?
Con angustia. Hay grandes traductores, en los que uno aprende a confiar, como Megan McDowel (al inglés), Mariana Gereis (al alemán), Lina Wolf (al sueco) o Signe Prøis (al noruego). Pero siempre inquieta recibir un libro ya traducido sobre el que a uno no le han preguntado nada, y cuyo traductor uno no conoce. En el proceso de traducción siempre habrán cosas que se ganen y cosas que se pierdan, pero luego de medir tan cuidadosamente cada palabra durante la escritura, inquieta mucho saber cómo se reescriben esas historias. Es algo en lo que trato de no pensar demasiado.
Ahora traduce en cierto modo la historia de Distancia de rescate a otro lenguaje, el del guión cinematográfico. ¿Son dos lenguajes diferentes? ¿Siente la tentación de "reescribir", en cierto modo?
Son dos lenguajes muy distintos; ha sido un año de muchísimo aprendizaje, que me llevo de regreso a la escritura. Pero en este caso reescribir no es una tentación, sino algo necesario. Hay muchas cosas que son intransferibles cuando se pasa del mundo literario al audiovisual, y entonces hay que tomar nuevos caminos.
Su escritura está guiada por la imagen, por la evocación, por la construcción de atmósferas, y denota un peso fundamental de las lecturas. ¿Qué papel han tenido las bibliotecas en su formación como lectora?
Bueno, ¡fueron la base de todo! Primero estuvo la biblioteca infantil —mi mamá tenía un pequeño jardín de infantes, así que había cientos, y cientos de libros para leer, muchos más de los que el tiempo permitía. Después vino la biblioteca familiar —a mis diez, doce—, había alguna cosa interesante, pero era muy pequeña y acotada sobre todo a los autores del boom.
Así que incursioné en la biblioteca del barrio, en la de los padres de algunos amigos, y luego en la de mi abuelo, donde había sobre todo muchísima poesía, algo de filosofía y decenas de biografías de pintores. Ahora es un gran privilegio vivir a veinte minutos en bici de la biblioteca iberoamericana de Berlín, que aparentemente es la más grande de toda Europa. Consigo libros argentinos que no conseguía ni cuando vivía en Buenos Aires, es una maravilla.
¿Cuál es su lugar favorito de Madrid? ¿A qué librería madrileña le gusta acudir cuando visita la ciudad?
Me encanta Madrid. Es imposible elegir un lugar favorito. Me gustan muchísimo sus museos de arte, las librerías, caminar simplemente por ahí. Tipos Infames, La Central, Cervantes y Compañía, y otras que encuentro por ahí y a las que luego no sé regresar.
Como lectora, ¿recuerda y recomienda algún libro o algún texto sobre Madrid, en cualquier género, o que usted identifique con la ciudad?
Recuerdo muchas historias que suceden en Madrid, pero no tantas historias donde Madrid sea verdadera protagonista. Una que recuerdo ahora es la novela Saliendo de la estación de Atocha, de Ben Lerner.
Alberto Manguel: El Amante De Los Libros
“Yo soy un lector anticuado y nostalgioso.”
No le hemos preguntado qué opina de Walt Whitman, pero Alberto Manguel encarna uno de los versos proféticos del autor de Hojas de hierba. Manguel contiene multitudes: nació en Argentina, creció en Israel, trabajó en Canadá, escribe en inglés y ha vivido en todo el mundo pero, sobre todo, ha vivido en los libros. Escritor, traductor y crítico, regresa a la actualidad por tres buenos motivos: dirige una institución emblemática como la Biblioteca Nacional de Argentina, acaba de recoger el Premio Formentor 2017 a toda su carrera, y Alianza publica Mientras embalo mi biblioteca. La mudanza de su biblioteca, desde un antiguo presbiterio a un almacén en Montreal, sirve como excusa para reflexionar sobre la literatura y sobre la vida.
¿Cuál es su lugar favorito de Madrid? ¿Y cuál es la librería madrileña que no dejaría de recomendar?
Me gusta el café del Círculo de Bellas Artes a media mañana, cuando aún no se ha llenado de gente. Y recomendaría la librería Antonio Machado que se encuentra a sus pies, donde siempre encuentro títulos sorprendentes y libreros entusiasmados.
¿Qué libro sobre Madrid no debe faltar en ninguna biblioteca? ¿Cuál de ellos prefiere?
Madrid no tiene nada equivalente a la Barcelona que contó Carmen Laforet en Nada, pero yo rescataría Misericordia de Benito Pérez Galdós en la que visión de Madrid (atroz por cierto) hace que el lector se sienta recorriendo la ciudad de aquella época.
Acaba de publicar Mientras embalo mi biblioteca, una obra desatada por su propia experiencia. ¿Cómo se sintió al separarse de su biblioteca?
Azorado, triste, furioso, con el corazón destrozado, perdido, con ansias de venganza, desilusionado, sin brújula, abandonado, náufrago.
En este último libro defiende el concepto de biblioteca como autobiografía del lector. ¿Qué libros contarían su vida?
Los libros que contaron fueron muchos, quizás demasiados. Los que siguen contando ahora, a
las vísperas de mis setenta años, son El Quijote, los dos volúmenes de Alicia, la Divina Comedia, El hacedor de Borges. Nada muy original.
Como toda buena biblioteca, este libro es diverso en sus temas. Está la pasión por la literatura, pero también la amistad o la venganza. ¿Cómo resumiría este libro a un lector perezoso?
Como un libro que no es para ellos. La lectura no es para los perezosos. La pereza es un pecado contra la asombrosa generosidad del mundo y de las bibliotecas.
¿Cuál es la actitud de un bibliófilo como usted ante el libro digital?
Yo soy un lector anticuado y nostalgioso. Como lector privado, prefiero el libro tangible; como director de la Biblioteca Nacional de Argentina, defiendo hasta la muerte los textos virtuales.
A estas alturas ya le habrán planteado todas las preguntas posibles sobre Borges, pero... ¿cómo se lee para quien lo ha leído todo?
Yo le leía a Borges textos que él conocía de memoria, porque quería recorrerlos de nuevo. Yo era como el asistente que ayuda al gran relojero abriendo el cofre de un reloj para su sabia inspección de las ruedas y engranajes.
¿Cómo es el día a día en una institución como la Biblioteca Nacional de Argentina?
Complejo, arduo, constantemente sorprendente, frustrante, maravillosamente iluminador, regocijante.
¿Cuál es el papel que debe cumplir una biblioteca en la formación de lectores?
Ayudar a los lectores a encontrar lo que no saben aún que necesitan, y ayudar a quienes no leen a dejarse seducir por la lectura. Los antiguos definían a una biblioteca como "clínica del alma". A eso aspiramos.
¿Qué libros lee mientras escribe? ¿Existe alguna lectura ideal para los períodos de barbecho, y otra para los momentos de creación?
Mientras escribo, leo sólo libros de referencia. Y hay ciertos autores que no puedo leer cuando escribo porque me contagian su música y me convierto en un mal plagiador de Borges o de Chesterton, por ejemplo.
Enrique Redel, El Editor De Argüelles
“Nos sentimos orgullosos de que la La librería sea adaptada al cine por Isabel Coixet”
Enrique Redel dirige la editorial Impedimenta, Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial en 2008, y que en este mes de septiembre cumple diez años. La impedimenta es el “bagaje que suele llevar la tropa”, y remite a la vocación esencial de los libros que publican.
¿Cómo resumiría esta primera década de vida?
Hemos puesto en marcha un catálogo coherente, proponiendo nombres importantes y recuperando otros en cierto modo maltratados. Crecimos en una década complicada para el sector, intentando huir de modas: la labor de un editor es apostar.
Este aniversario coincide con el estreno de La librería, la película de Isabel Coixet basada en la novela de Penelope Fitzgerald. ¿Cómo piensan celebrarlo?
Fuimos, quizás, los primeros en enterarnos del proyecto de Coixet. El productor nos llamó, y le pusimos en contacto con la familia Fitzgerald. Nos sentimos honradísimos de que La librería sea adaptada al cine por alguien tan brillante como Isabel Coixet. Hemos aprovechado para lanzar la edición en catalán y una edición especial: con fotos de la librería en la que se basó la novela; imágenes de Fitzgerald en la época de escritura; y un texto precioso de su yerno y albacea, Terence Dooley, contando anécdotas sobre el proceso de escritura, la época en la que Fitzgerald regentó la librería...
¿De qué forma animaría a un lector a que se acercase a La librería antes (o después) del estreno de la película?
Tendría que responder Pilar Adón, coeditora de Impedimenta y descubridora y traductora de algunas de las novelas de Fitzgerald. Es una novela muy especial, hermosísima en su sencillez, pero muy contundente en esa defensa idealista de la belleza. Habla de los sueños que todos podemos tener, pero también de la pobreza, del azar y de cómo una derrota puede ser perfectamente honrosa.
¿Qué libros recomendaría a quien quisiera conocer el catálogo de Impedimenta en varios títulos?
Empezaría por Botchan, de Natsume Sōseki, que ganó el Premi Llibreter. Otro libro es La hija de Robert Poste, de Stella Gibbons, que nos abrió a un público diferente. También hablaría de Nostalgia, de Mircea Cărtărescu: un volumen de cuentos magistral que se lee como una novela. Por último, la joya de nuestra colección El chico amarillo: El viaje de Shackleton, de William Grill.
La editorial tiene su sede en el barrio de Argüelles, con enorme tradición literaria. ¿Cómo puede influir esto en su día a día?
En Argüelles ha estado mi casa, y fue casi donde primero nos establecimos, en Benito Gutiérrez; desde hace casi tres años estamos en Juan Álvarez Mendizábal. Cada día, al bajar del colegio, pasaba por delante del escaparate de la librería Alberti, donde podías encontrarte a Tierno Galván o José Luis Sampedro.
Álvaro Pombo era vecino. A dos minutos estaba la Casa de las Flores, donde vivieron Neruda y Miguel Hernández. Solamente mantienen ese estandarte la Alberti, y la librería Naos, la editorial Trotta, y el trío de editoriales Biblioteca Nueva, Salto de Página y Dibbuks.
Impedimenta forma parte del grupo Contexto, cinco pequeñas e innovadoras editoriales que tienen una estrecha relación con las librerías ¿Cómo ve el panorama de las librerías madrileñas actualmente?
El papel de las librerías ha sido clave; las ponemos en valor como estructura básica de difusión del libro. Desde nuestra fundación, hemos puesto nuestros ojos en las librerías como “entes aliados”. Es esencial que existan librerías independientes. Las madrileñas son excelentes, porque han logrado convertirse en lugares de encuentro de los lectores.
El nacimiento de Impedimenta coincidió con el de muchas otras editoriales independientes en Madrid. ¿Barcelona ya no es el foco de la edición en nuestro país?
Nos establecimos en Madrid porque somos madrileños. Barcelona siempre fue la ciudad mítica de Seix Barral, Anagrama, Tusquets y Lumen. Hace unos años hubo un boom de las editoriales independientes madrileñas; ahora hay también muy buenas editoriales jóvenes en Barcelona. Quizás la mayor diferencia sigue siendo que aquí solemos arreglárnoslas con menos dinero...
¿De qué forma ayudan las bibliotecas a crear lectores?
Me hice lector en la biblioteca de la calle Quintana. Son las grandes creadoras de tejido lector: los que aprendemos a leer allí nos convertimos en compradores de libros. Es una falacia pensar que son sustitutos del mercado del libro: son la base, el primer lugar donde uno elige libremente lo que quiere leer.
¿Qué librería madrileña no dejaría de recomendar?
Muchas: Tipos Infames, por el descaro; La Buena Vida o Méndez, por la charla siempre amena con los libreros; la Machado de Fernando VI por sus tesoros ocultos; La Central de Callao por el perenne espíritu de propuesta; Panta Rhei, por las sorpresas que te depara; o Molar por las referencias cruzadas. Sentimentalmente, me siento ligado a la Alberti. Es importante querer a la librería donde creces. Lola Larumbe y el resto de libreros me han acompañado.
Pensando en el Enrique Redel lector, ¿qué libro “madrileño” nos recomendaría?
Tiempo de silencio, de Luis Martín-Santos: me descubrió, con apenas dieciséis años, ese Madrid suburbial, casi chabolario. Después Octubre, octubre, de José Luis Sampedro, que leí en un momento clave de mi vida y me fascinó. Ya en mi treintena leí Labia, de Eloy Tizón, quizás eclipsada por sus cuentos: un canto a la vida de barrio al sur del Manzanares. Y cualquiera de las novelas madrileñas de Manuel Longares, como El oído absoluto, que recupera un Madrid zarzuelero y chispeante.
Gonzalo Moure: La Vocación De La Escritura
“Que le haga mirarse en el espejo del personaje para conocerse mejor”
Acaba de obtener el Premio Cervantes Chico, el más prestigioso en nuestro idioma —lo concede el Ayuntamiento de Alcalá de Henares— de cuantos se otorgan a una trayectoria en la literatura infantil y juvenil. Nacido en Valencia en 1951, residente en Asturias y con Madrid en sus años universitarios, Gonzalo Moure combina en su trayectoria la capacidad de escribir para los más pequeños sobre temas de calado social y el entusiasmo por contar su oficio más allá de los libros.
¿Por qué escribir para los más pequeños?
No entiendo mi literatura como “literatura para niños”, sino más bien como “literatura sobre niños”. Nunca tuve vocación de entretener, y menos aún de enseñar o moralizar. En uno de mis primeros libros me sorprendió lo que me había aportado un niño: una visión mucho más limpia de prejuicios que la de los adultos. Retazos luminosos, hallazgos, propuestas nuevas. No escribo porque ya sepa, sino que escribo para saber.
¿Qué claves no deberíamos olvidar cuando escogemos un libro para quienes se inician en la lectura?
Que le sorprenda, que le haga mirarse en el espejo del personaje para conocerse mejor, que le apasione. Repetirle lo que ya sabe, darle lo que ya espera, no conduce a nada nuevo.
El jurado del Cervantes Chico destacó su “compromiso social”. ¿La literatura puede cambiar la vida? ¿Cómo lo intenta con sus libros?
La literatura cambia la vida. Como la han cambiado don Quijote, Julieta, Peter Pan, Alicia, Matilda, Mafalda, Robinson, Gulliver, Sherlock Holmes, Pippi Langstrump y tantos y tantos otros. Y ese es para mí el único compromiso: seguir buscando nuevas facetas del ser humano, experimentar con la conciencia del ser humano, en busca de algo nuevo, si no algo mejor.
Por mi parte, no tengo una gran vocación de cambiar nada, pero es verdad que muchas veces encuentro la inspiración en las dificultades de la vida, colectiva o individualmente. Y mis personajes reflexionan, buscan maneras de cambiar esa realidad. Si el lector se suma a esa voluntad, mejor que mejor.
Las estadísticas no arrojan resultados optimistas en cuanto a los índices de lectura entre niños y adolescentes. Según su experiencia en las actividades en las que participa, ¿cuál es la situación real?
Hay una gran diferencia entre los índices de los niños y los adolescentes: la inmensa mayoría de los más pequeños lee y disfruta con ello. La caída se produce en la adolescencia, y nos deberíamos preguntar por qué. Creo que en la infancia
calmamos esa sed de lectura con demasiada literatura acomodada, previsible, y para ellos tal vez mentirosa. La vida no es eso. Y si el adolescente busca respuestas trascendentes vuelve la cara a esos libros comodones, y busca en otro sitio. Pero buscar, busca.
¿Cuál sería su receta particular para crear lectores?
Apostar por menos colorinche y libritos “monos”, y por más cuestionamiento, por más literatura de calidad que puedan leer los niños. Decirles que en la literatura pueden encontrar respuestas, y sobre todo material para poder seguir haciendo preguntas.
¿Qué significó para usted su época madrileña?
Fueron pocos años, pero de una enorme intensidad: estudié la carrera, y tuve que pegar muchas carreras delante de la policía de una dictadura que se acercaba a su final. Tengo un recuerdo apasionante de cómo muchos buscamos la luz, la libertad, la vida llena de color, de posibilidades. Y Madrid fue una ciudad viva, en ebullición, una ciudad que se sintió capaz de cambiar las cosas. Y las cambió.
¿Hay algún lugar para escribir que le resulte especialmente inspirador?
Mi querida Asturias, con un paisaje precioso y una temperatura propicia para la creación. He tenido mis lugares sagrados, mi biblioteca, mi jardín, pero ahora me conformo con algo de tiempo para seguir escribiendo, aunque sea en un transporte o en una sala de espera.
¿Cuál es su lugar favorito de Madrid? ¿Y cuál es la librería madrileña que no dejaría de recomendar?
El Parque del Oeste, un bello lugar para leer un libro… Me gusta ahora todo el complejo de Matadero, tan lleno de propuestas y rincones para la charla. ¿Una librería? La Antonio Machado, un espacio lleno de historia, pero también de vitalidad, y más por su ubicación, ligada al Círculo de Bellas Artes.
Si tuviera que ubicar alguna escena de una de sus historias en un lugar de Madrid, ¿cuál escogería?
La ya derruida prisión de Carabanchel, en la que se cocinó este presente de libertad, que entonces era futuro. En ella viví momentos de camaradería, de sueños compartidos.
Saltando al otro lado de la página, y preguntándonos por el Moure lector, ¿qué novela, relato o poema donde aparezca Madrid le viene a la cabeza?
Muy reciente, pero muy potente: Trumpet, de Mónica Rodríguez. Una novela callejera donde las haya, con aroma al Madrid acogedor y vital de siempre.
Ray Loriga: Rendición Y Victoria
“Soy bastante bufón: sin humor me parece imposible sobrevivir”
Presentarse al Premio Alfaguara con una plica que lleva por nombre “Victoria” no deja de tener su gracia: más aún cuando fue elegida como novela ganadora. Es lo que le ha ocurrido a Ray Loriga con su Rendición, que ya está en librerías. Rendición y victoria son, paradójicamente, dos conceptos antagónicos pero aplicables al libro: “En Rendición hay una derrota de lo común y, frente a ello, en lo personal, también una victoria, quizá pírrica, pero fundamental: la lucha por la propia dignidad”. Nos lo cuenta en esta conversación mantenida en el corazón de su barrio, Chamberí, del que también aprovecharemos para hablar con Loriga.
“Nuestro optimismo no está justificado”, leemos en Rendición. Cuando se encuentra con un optimista, ¿piensa que es un idiota, o un hombre con suerte?
Soy bastante optimista. Pasarse unos cuantos años escribiendo algo con el objetivo de que otros lo lean es rasgo de un optimismo enloquecido. Lo que pasa es que las impresiones a las que llego no son disparatadamente optimistas, más bien una observación bastante fría de lo que nos ha rodeado siempre.
Pero en Rendición está hablando de nuestros días…
La diferencia fundamental es nuestro mundo hiperconectado. Por encima del Gran Hermano de Orwell, no va a hacer falta un estado que nos vigile, porque nos delatamos voluntariamente. No es necesario que nos persigan, decimos siempre dónde y qué estamos haciendo. De pequeños todos teníamos un cofrecito en el que guardábamos cosas bajo llave: ahora los diarios no tienen llave, quieren ser leídos.
Ese “Victoria” que usó en la plica es la victoria del que no se deja doblegar por lo que nos impone la sociedad, ¿no? ¡No sería sólo el deseo de ganar el Alfaguara!
Más allá de que parecía un chiste, optar a premio con un libro que se llama Rendición bajo el título Victoria, curiosamente los dos títulos se aplican al libro. Hay una derrota de lo común y frente a ello también una victoria, quizá pírrica, pero fundamental: la lucha por la propia dignidad.
Su defensa de lo común es muy diferente a lo que solemos escuchar y leer hoy en día, nada que ver con la novela social actual.
Antonio Orejudo comentaba hace poco que nuestra generación no había logrado formularse como grupo. Esto suele verse como algo malo y yo siempre lo he visto como positivo. No me interesa la sociedad si no protege al individuo como entidad única. Los sistemas donde los triunfos son generales y todo es compartible
nunca me han interesado, aunque pueda sonar a neoliberalismo.
Alguien que no haya leído su novela y esté leyendo esta entrevista no imaginará que hay mucho humor en ella.
La única manera de que funcionase era por medio del humor, mirar todas esas cosas terribles que van pasando con el lápiz afilado del humor, humor negro muchas veces.
Usted es mucho más divertido en las entrevistas que en sus textos…
Soy bastante bufón. En mi casa y mis amigos lo saben. Estoy todo el día riéndome de todo e intentando que los demás se rían conmigo, no sólo de mí. Y me gusta mucho la comedia. Sin humor me parece imposible sobrevivir.
La narrativa humorística no está muy bien considerada en nuestro país, ¿no le parece?
Para el humor, como bien saben quienes lo practican, no hay que esperar a la crítica: si la gente se ríe, es que funciona, y si se quedan callados, ya te pueden poner una crítica maravillosa, que no ha funcionado. La comedia es así de cruel, y así de generosa.
¿Escribe poesía? Su prosa, tan de frase breve y rotunda, nos invita a pensar que sí.
Bukowski decía que para empezar a escribir poesía hay que tener 81 o 18 años. O eres muy inocente para empezar, o ya estás de vuelta de todo. Es probable que algún día escriba poesía, pero es como el humor, o aciertas o fracasas, tiene muy mal término medio. No hay poesía regular: o es poesía o es mala poesía.
¿Cuál es el Madrid de Ray Loriga?
Vivo en Chamberí, me muevo muy poco: si acaso salgo a dar un paseo por el barrio si me agobio o me atasco. Pero siempre cerca: Almagro, Santa Bárbara…
Sois muchos escritores en este barrio. En “La mirada del autor” hemos descubierto ya a varios ilustres vecinos, como Luis Landero o José Luis Pardo.
Sí, entre Chamberí, donde estamos, y la zona de Luis Mateo Díez y Javier Marías, la calle Mayor, hay una buena concentración de escritores. También viven cerca Marcos Giralt, Nico Casariego…
¿Le inspira Madrid para escribir?
Algo me inspirará, porque sigo escribiendo, pero no como material de escritura. Quitando la primera novela, en la que hablo de mi colegio y mi barrio, mis libros no se han centrado mucho en Madrid, quizá porque lo tengo demasiado cerca. Es algo que tengo pendiente, tal vez. Pero un escritor no es donde vive, sino lo que lee y lo que escribe.
Juan José Millás: Su Verdadera Historia (Juvenil)
“Mi ambición ha sido siempre escribir una gran novela insecto”
Clasifica las novelas en “insectos” y mamíferos”. ¿En qué categoría entra Mi verdadera historia, su último libro? Nos lo cuenta él mismo en esta conversación en la que también reivindica el valor de la novela juvenil, tan denostada en España, y nos descubre la lección moral que esconde su novela, en relación a la fatalidad: “No podemos cambiar lo que ha ocurrido, pero sí podemos cambiar nuestra relación con lo que ha ocurrido”. Siempre agudo y divertido Juan José Millás.
Se le ve orgulloso de su libro, señor Millás.
Estoy muy contento con él, sí. Clasifico los libros en mamíferos e insectos. Los mamíferos vamos mutando, en cambio una cucaracha de hace mil años es igual que la de ahora, porque ya era perfecta entonces. El Ulises de Joyce es un gran mamífero, para leerlo hoy un joven lector necesitaría un acompañamiento de notas a pie de página que le explicara cosas, en cambio La metamorfosis de Kafka no lo necesita, se explica por sí misma. Es un insecto.
¿Mi verdadera historia es insecto o mamífero?
Mi ambición ha sido siempre escribir una gran novela insecto, que mezcle dos cosas en apariencia incompatibles: sencillez y complejidad. Creo que esta se ajusta bastante a esa ambición, porque está llena de sencillez y complejidad de forma simultánea.
Es, sobre todo, la historia de un secreto…
En toda adolescencia se carga con un secreto que nos tortura y que, a lo mejor, cuando tenemos 40 años, en una cena, inesperadamente se confiesa. A ninguna edad se sufre como en la infancia o la adolescencia, el mito del niño feliz es, efectivamente, un mito. También aparece en la novela el tema de la rivalidad con el padre, fundamental en la adolescencia, y los primeros amores.
Facilitemos el trabajo a las bibliotecas: ¿podemos ponerla en las baldas de novela juvenil?
Es una novela juvenil y de aprendizaje o iniciación, el Bildungsroman alemán, aunque hay pocas novelas de iniciación puras… Por ejemplo Viaje al centro de la Tierra de Verne, donde no hay ningún personaje de estas edades, lo es.
En España la novela juvenil no recibe el trato que se merece, ¿no cree?
En los países latinos, a diferencia por ejemplo de Alemania, hay muy poca tradición, porque se considera que el adolescente o el niño es un proyecto de hombre, no es nada en sí mismo, y algo que no consideras, no lo cuidas. Sí, en España se tiene por un género secundario, lo comprobé personalmente hace años cuando trabajé como asesor para una colección de literatura juvenil. Llamaba a autores y les parecía algo menor…
Mi verdadera historia comienza con la escena de un adolescente que, planificando su suicidio, hace una pequeña prueba con una canica al lanzarla desde un puente y provoca un accidente que cambia su vida. ¿Estamos sometidos al azar, a la fatalidad?
Vivimos con la impresión de que nuestros actos son el resultado de una planificación porque sería insoportable pensar que nuestra vida es producto del azar. Pero lo cierto es que el azar es en parte controlable: no podemos cambiar lo que ha ocurrido, pero sí nuestra relación con lo que ha ocurrido. Esta novela es un viaje moral: nuestra relación con lo ocurrido se puede cambiar en parte porque se puede contar. De ahí los beneficios de la escritura y la lectura.
La historia que cuenta salta los márgenes de lo “políticamente correcto”, esa “normalización” que varias veces le hemos escuchado criticar, también referida a la literatura.
Llevo tiempo pensando y estoy escribiendo sobre ello. La normalización, referida al mundo laboral pero extendida a campos como la literatura, es terrible. Estamos instalados en una etapa de normalización: vemos películas normales, leemos novelas normales, vamos a exposiciones normales… Un día leí en una critica que yo había escrito una novela “rara”, y eso me hizo pensar que lo que se escribe son novelas normales…
Usted está muy atento a la actualidad, ¿cómo ve actualmente la ciudad?
Mal, no me gusta el Madrid que veo. Siento que ahora mismo es una ciudad muy agresiva, y sucia.
Nacido en Valencia, pero madrileño desde hace décadas. ¿Cuál es su Madrid?
Mi Madrid es muy del centro. Vivo en Alameda de Osuna pero me muevo también entre el barrio de Chamberí, Gran Vía…
Siri Hustvedt: Una Mujer Que Mira
“Mi imagen de Madrid nace de mis experiencias, pero también a través del arte"
Ha venido a Madrid para presentar La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres (Seix Barral), una colección de ensayos y conferencias de largo título y no menor alcance. Siri Hustvedt nació en Minnesota (Estados Unidos) en 1955 y es una de las voces más respetadas de la narrativa estadounidense actual. En su mirada se mezclan el feminismo, la pasión por el arte y el sabio vicio del pensamiento. El libro que ahora presenta condensa todo ello.
Leyendo sus ensayos no queda duda de que es usted es una gran observadora. ¿Qué percibe cuando viene a Madrid? ¿Qué imagen de sociedad le proyecta?
Como a tantos otros le ocurre, mi primer acercamiento a la cultura española fue la lectura del Quijote. He estado en más ocasiones en Madrid, pero esta vez, viniendo en el taxi, miraba por la ventanilla y pensaba en las películas de Almodóvar, en Hable con ella, en concreto. Mi imagen de Madrid nace de mis experiencias, pero también a través del arte. La siento como una ciudad muy viva, diversa y “en danza” (dancing city), muy celebratoria.
En La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres habla de una de sus mayores pasiones, contemplar arte. ¿Aprovechará su visita a Madrid para ello?
El Prado es por supuesto uno de los mejores museos del mundo, pero esta vez no tendré tiempo de ir... Cuando visito un museo, selecciono un cuadro y me paso al menos dos horas frente a él. Me pone físicamente enferma digerir todo un museo, necesito centrarme en una obra.
¿Qué iría a ver si entrase ahora mismo en el Museo del Prado?
Goya y El Bosco. Me fascinan. Mi consejo es siempre seleccionar algo y crear una intimidad con ello, no atravesar un montón de habitaciones llenas de cuadros fascinantes sin establecer nexos con ellos. Verás cosas que nunca verías de otro modo.
No tendrá tiempo de ver la exposición del Guernica en el MNCARS, entonces…
Lo sé, no me lo recuerdes… Pero vengo a menudo a Europa de vacaciones. Ahí es cuando me dedico al arte.
¿Qué le provoca cuando se habla de su escritura como “femenina”?
Cuando un hombre escribe una novela “femenina”, es sensible y maravilloso, y cuando lo hace una mujer, a la gente le da un poco de asco, la consideran “demasiado emocional”. Pasa lo mismo con la novela confesional: si la escribe un hombre es casi universalmente considerada de más nivel que si lo hace una mujer. Yo no escribo novelas confesionales, pero la gente piensa que sí, ¡sólo porque soy una mujer! Da igual el contenido intelectual, que sea un narrador masculino o femenino, que aborde cualquier tipo de idea… Siempre creen que va sobre mí.
Una de las partes más deliciosas de los ensayos recogidos en este libro es cuando aborda el misterio de la creación literaria.
Me interesan mucho las raíces de la creatividad. Existe una broma entre los escritores: siempre habrá alguien en el público que levante la mano y pregunte “¿De dónde saca sus ideas?”. Pero es una pregunta bastante profunda. Si estás inventando una ficción, ¿cómo juzgas si está bien o mal? No es una decisión puramente racional, tiene que haber una respuesta emocional. Te estás inventando una historia, pongamos, en la que una mujer está en una habitación, se levanta y sale corriendo de ella, y sientes que es exactamente eso lo que tiene que ocurrir: ¿por qué? Creo que la toma de decisiones en una ficción está relacionada con lo que llamo una “verdad emocional”, no racional.
“El arte siempre está destinado a un otro imaginario”, dice usted cuando habla de Louise Borgeois en el libro. ¿Ha pensado a “qué otro” se dirigen sus textos? ¿Es diferente si escribe un ensayo o una novela?
En un ensayo tengo una consciencia de la audiencia, como cuando das una conferencia y sabes quién está escuchando: te ahorras parte de las explicaciones, porque ya lo saben. Una novela es más como un amante, un “otro” amado, alguien que pilla todos mis chistes, entiende todas mis referencias, se ha leído los mismos libros que yo… Nabokov decía que escribía sus libros para un montón de “pequeños Nabokovs”: es narcisista y terrible, pero hay algo de eso en mí.
Luis Landero: No Todo Es Negociable
“Alburquerque, la Prospe y Chamberí son los lugares que más amo del mundo”
Tras sorprender a sus lectores –y seducir a la crítica- en su anterior libro con un giro hacia lo autobiográfico (El balcón en invierno), vuelve Luis Landero a desplegar su dominio total del ritmo y la prosa en La vida negociable. Las andanzas de un personaje tan inmoral como adorable (Landero es capaz de crear esos curiosos perfiles) componen una novela entre barojiana y picaresca, aunque esto último no lo ve muy claro el autor extremeño...
“He tenido tres lugares en mi vida, y son los que más amo del mundo: Alburquerque, la Prospe y Chamberí”, nos cuenta Landero en esta conversación en la que se habla mucho de Madrid, de buscar la palabra exacta, de libros y casualidades.
Sea inmodesto, por favor: ¿de qué se siente más orgulloso en esta novela?
Depende de cuándo me lo preguntes. Cuando la estaba acabando estaba contento con cómo estaba quedando, pero luego la novela comienza a ponerte los cuernos con los lectores y empieza a gustarte menos, la sientes un poco ajena. Han sido dos años de casi felicidad, mi idilio con la novela ya ha acabado, pero si elijo algo, es el ritmo. Creo que la acción no decae, eso es lo que más me gustaba de ella.
Lo ha logrado, sin duda. La novela se lee casi sin darnos cuenta.
Puedo responder de cada palabra y párrafo que escribo. Quiero que cada escena valga por sí misma, y que haya un cierto resplandor, sin palabras vanas. Y que esto sea soluble en el ritmo, que no se note demasiado, que no haya grumos retóricos.
Impresiona la simetría perfecta del libro: dos partes que tienen casi exactamente el mismo número de páginas. ¿Azar o estructura?
Azar. Fíjate: al principio, los dos primeros capítulos de la segunda parte pertenecían a la primera. Me di cuenta de que tenían que ir en la segunda, para que la primera acabase con la muerte del padre, y fue ahí cuando quedó tan simétrico, con 13 capítulos cada parte.
Pero es que no es sólo el número de capítulos: la primera tiene 158 páginas, y la segunda, 160. ¡Casi matemático!
¿En serio? No lo sabía. Cosas del azar.
En la vida todo es negociable, según su novela. Otra cosa es que esto sea moral, claro.
Todo no debe ser negociable, pero desgraciadamente lo es. Lo vemos en estos días, y lo hemos visto a lo largo de los siglos. Todos negociamos, no podemos ser héroes morales, pero mi protagonista cruza la línea varias veces… Negociamos con nuestra culpa
Lo de escribir una novela autobiográfica, como fue El balcón en invierno, ¿cree que se repetirá?
De momento no tengo esa idea. Quiero hacer ahora unos ensayos literarios, pero muy peculiares, aprovechando mis experiencias como profesor, como lector, mi poética. Aunque no sé si entre tanto se me cruzará algún relato.
La suya es una novela picaresca, se dice, y yo estoy de acuerdo. ¿Lee novela picaresca Luis Landero? ¿O ha leído ya mucha y no le hace falta?
He leído mucha, sí, la española clásica, pero también El guardián entre el centeno, Huckleberry Finn… Raro es el año que no leo El Lazarillo, al menos los tres primeros capítulos: es pura magia, no sabes de dónde sale tanta belleza con tan pocos medios, esa sencillez extrema, esa propiedad en el lenguaje. Pero no he querido hacer una novela picaresca, ni se me ha pasado por la cabeza.
Otro adjetivo que se le suele aplicar es el de escritor cervantino. El año pasado vivimos el centenario de Cervantes. ¿Cree que se le reivindica bien?
No creo que se hayan hecho cosas importantes. Quizá demasiado institucionales, pero es que nuestros políticos son muy ignorantes. ¿Rajoy ha leído el Quijote? ¿O Pedro Sánchez? ¿O Pablo Iglesias? No creo. Quizá algún capítulo…
Hablemos de Madrid, ¿qué zonas frecuenta?
Yo he tenido tres lugares en mi vida, que son los que más amo del mundo: Alburquerque, mi pueblo; la Prospe, donde vine a vivir y pasé parte de mi infancia, adolescencia y juventud, hasta que me casé; y Chamberí. Los tres son como pueblos. Madrid es una colección de pueblos, y eso la hace única.
¿Cuál es el Madrid de La vida negociable?
Cuatro Caminos, la Plaza Mayor, la parte del Manzanares, Gran Vía, la calle Fuencarral, el Rastro…
¿Qué escritores han sabido retratar mejor Madrid?
El primero, Baroja, sobre todo en sus memorias y en La lucha por la vida. De hecho, La vida negociable es un poco barojiana, sin que yo lo haya querido. Y Galdós. También Valle-Inclán, Quevedo y Umbral. Pero Galdós y Baroja son los que mejor han colonizado literariamente la ciudad.
¿Cuál es su librería favorita de Madrid?
Uf, tengo muchas: Rafael Alberti, Miraguano, Méndez, Antonio Machado, donde he comprado libros toda mi vida, porque me pilla muy cerca…
¿Y biblioteca?
Fui a la Biblioteca Nacional en tiempos, cuando preparaba oposiciones y para trabajos de la Facultad. Me encantaba, pero ya no voy a bibliotecas a leer. Sí voy en cambio como escritor, a dar charlas y a los clubes de lectura, que son un invento maravilloso. Es fantástica la labor que hacen las bibliotecarias, y digo bibliotecarias porque casi todas son mujeres…
Care Santos: El Efecto "Media Vida"
“Pobre de ti si necesitas grandes lujos y quieres dedicarte a escribir"
Se define como trabajadora, más que prolífica. Care Santos suma lectores a golpe de novela, y a buen seguro la última aumentará aún más su legión de seguidores, gracias al premio que le ha proporcionado su Media vida: el Nadal, concedido por Ediciones Destino. Tras varias históricas, Care Santos ubica la narración de su última novela en dos noches: la que viven unas chicas de internado de monjas en 1951 y el reencuentro de estas mismas en 1981.
En las novelas, los saltos temporales ayudan -si se hacen bien, claro- a contar las historias. En la vida tienen el peligro de la decepción y los recuerdos… Conversamos con la autora catalana sobre su novela, el oficio de escribir, la crisis de los 40 y, por supuesto, su relación personal con Madrid.
El efecto “media vida” que da título a su novela, ¿es una versión personal de la crisis de los 40?
Es una manera de nombrar lo mismo. La crisis de los 40 sería la parte mala, y el “efecto media vida”, la necesidad de tener las cosas en claro, de hacer balance del camino recorrido y ver el que aún hay por recorrer. Analizar, oxigenar, ver qué asuntos quedan aún por arreglar o perdonar.
¿Lo hace también Care Santos?
Soy patológicamente reflexiva, es terrible, me paso la vida analizándome. En mi caso no es un efecto de la edad: soy así. Siempre he pensado que hay que soltar las cosas, resolverlas.
Mala vida habla sobre el perdón. ¿Cuál es su teoría personal sobre el perdón?
He leído a alguno de los filósofos que han trabajado el tema, sobre todo a Joan-Carles Mèlich, que reinterpreta grandes textos filosóficos y literarios. Suya es la cita que abre el libro, “Sólo se puede perdonar lo imperdonable”, parafraseando a Derrida.
¿Por qué solo funciona con lo imperdonable?
Mèlich defiende que el perdón es gratuito: no se puede pedir, ni delegar, y quien lo da lo hace como un acto absurdo. No tiene sentido, casi siempre se da cuando ya no hay resarcimiento posible. Yo no estoy en condiciones de establecer una teoría, pero sí de formular preguntas, que es lo que hace una novela. El perdón me inquieta, es algo que me preocupa. ¿Realmente se perdonan las espinas clavadas más antiguas, las de la infancia?
¿Cómo ha sido el trabajo de documentación?
Es curioso, llevo varias novelas en el XIX, y cuando me planteé esta, que se desarrolla en 1950 y 1981, pensé ¡qué fácil! Pero cuando empecé a profundizar, me di cuenta de que necesitaba mucho trabajo, aunque las fuentes son de muy fácil acceso y hay mucha memoria prestada, de la generación de mi madre y sus amigas.
Curiosidad: ¿llovió tanto el día de la muerte de Lady Di en Barcelona, cuando
sucede Media vida?
No, hizo un sol radiante. Son necesidades del guion, tenían que ocurrir varias catástrofes seguidas (se ríe irónica Care). Este año, casualmente, ese día cayeron chuzos de punta en Barcelona.
Es muy prolífica, a novela por año en los últimos, ¿cómo se organiza?
Soy muy trabajadora. De pensamiento lento, pero cuando me pongo a escribir, soy rápida. Puedo tener un primer borrador en tres meses. Y soy muy disciplinada. Para escribir, lo más importante es la tenacidad.
Ha logrado el sueño de muchos: ganarse la vida escribiendo. ¿Soñaba con ello de pequeña?
Soy lo que quería ser de mayor, sí. Empecé a escribir con 8 años, no he hecho nunca otra cosa. Fue una decisión mía: me quedé en paro de un periódico en el que trabajaba, escribiendo sobre todo sobre teatro. Fue un drama, me imaginaba periodista toda mi vida, aquello era un nirvana: ¡me pagaban por escribir! En ese momento decidí intentar escribir novela. No sé si ahora, tal y como están las cosas en este país, podría haber tomado esa decisión… Me planifiqué bien, diversifiqué mi trabajo escribiendo literatura juvenil y de adulto, en castellano y catalán, y después de unos cuantos años, lo logré. También es cierto que cada uno se plantea qué necesita para vivir, y yo no busco lujos. ¡Pobre de ti si necesitas grandes lujos y quieres dedicarte a escribir!
¿Y no ha escrito teatro, ya que ha sido periodista teatral?
Algo inédito tengo, y justo ahora estoy en el proyecto de adaptación de una novela mía que me encanta.
Si tuviera que elegir un lugar de Madrid para ubicar alguna escena de una historia suya, ¿cuál sería?
No sé si tengo alguna, ahora mismo no lo recuerdo, ¡qué cosas! Se me ocurre de pronto la calle Mayor, una mañana de domingo muy soleada, para ambientar una persecución tremenda entre dos personas que no pueden estar juntas…
¿Qué le viene a la cabeza cuando piensas en el binomio Madrid + libros?
La Feria del Libro, por supuesto, que es la mejor de España con mucha diferencia. Firmo todos los años, pero si alguno no tengo obligación, vengo igual. Debo llevar como 20 años sin faltar. Es una fiesta como lectora: el lugar, la época… Todo. ¡Está tan bien pensada!
¿Qué referencias literarias le sugiere Madrid?
Juan Benet, Javier Marías, Lope de Vega, Juan García Hortelano… ¡Tantos!
¿Cuáles son su librería y biblioteca favoritas de Madrid?
La Biblioteca Nacional, por supuesto. ¡Las horas que he pasado en ella investigando! Y la de la Real Academia de Historia. Como librería, La Central de Callao: es visita obligada siempre que vengo a Madrid.
'La nueva política es muy poco política… y muy poco nueva'
Con su ensayo no sólo puede celebrar el Premio Anagrama de Ensayo: ya va por su cuarta edición. Siguiendo su habitual estilo, capaz de combinar la filosofía con lo más mundano (“En mis libros conviven Marilyn Monroe y Aristóteles con facilidad”), José Luis Pardo descubre en Estudios del malestar las raíces intelectuales de ese malestar que caracteriza nuestros días, y que nos ha traído fenómenos como la "nueva política", el populismo o los debates políticos en prime time televisivo. Conversamos con Pardo tomando un café en la librería Tipos Infames, cerca de Chamberí, su barrio.
Casi 300 páginas de malestar, pero no cae en lo apocalíptico, ni siquiera en el pesimismo. ¿Es para no asustarnos o actitud vital?
Aunque el estado del bienestar está hecho polvo y el estado de derecho no pasa por su mejor momento, tampoco están absolutamente destruidos.
En su libro desenmascara lo poco política que puede ser la llamada “nueva política”. Vivimos tiempos en los que ha ocupado todas las conversaciones, el arte y hasta el prime time de la TV, ¿y ahora resulta que realmente no es política?
Es muy poco política… y muy poco nueva. El precio que pagan las políticas por llegar a ese prime time es que se convierten en una especie de programa de cotilleo: como no hay un proyecto de fondo, el espacio se ocupa con temas emocionales, agarrando las vísceras de la audiencia. El populismo es un ingrediente de todos los partidos políticos, pero la diferencia de estos partidos nuevos reside en que no es que sean de una determinada manera y, además, populistas: es que son solamente populistas.
Lo tiene claro: un filósofo no debería meterse a político.
La idea del filósofo como sabio que nos puede salvar es absurda: los que tienen que hacer política son los políticos, y a los filósofos que nos dejen esa pequeña parcela que tenemos, que no consiste en resolver problemas, sino en buscarlos.
¿No le vendría bien a nuestros políticos un poco de ese detectar los problemas?
Un comité de sabios, por ejemplo…
Kant decía que el filósofo tenía que estar en el trasfondo de la política, pero sin que se supiera. La filosofía sí tiene una influencia directa en la sociedad, pero es a largo plazo.
¿Qué podemos hacer para frenar la marginación progresiva de la filosofía en los planes educativos?
Siempre ha sido un bicho raro en el sistema educativo, está en un lugar entre la academia y en el mundo: demasiado académica para el mundo y demasiado mundana para la
academia. Esto lleva a fenómenos como que, en algunos países, ser “ensayista” se considere casi un insulto en ciertos ambientes académicos.
Usted es un filósofo particular, capaz de dejar las aulas y “bajarse al barro”: en las redes sociales, en prensa…
No es por decisión concreta, pero en un momento dado te das cuenta de que es eso lo que sabes hacer. En mis libros conviven Marilyn Monroe y Aristóteles con facilidad.
El mundo cibertecnológico que nos rodea casa mal con la filosofía. Todo ese fenómeno de la multiventana del que nos advertía Nicholas Carr facilita poco la reflexión, ¿no le parece?
Las tecnologías de la comunicación ponen muy barato el distraerse, a mí me pasa igual que a todo el mundo. Se llevan mal con tareas que exigen mucho tiempo, en las que hay que argumentar, etc. Pero no nos engañemos: la gente nunca ha leído mucho a Proust… Las redes son un fenómeno de exaltación de la privacidad y el ego. Eso no me parece ni bien ni mal, el peligro es que siendo eso, y estando en manos de empresas privadas, se vendan como “la nueva opinión pública mundial”. Tampoco se puede confundir que tú puedas enterarte al instante de lo que pasa en Kuala Lumpur con que sepas algo de Kuala Lumpur.
¿Qué le viene a la cabeza cuando piensa en el binomio Madrid y libros?
María Zambrano diciendo aquello de que es una ciudad plantada en el desierto, rodeada de vertederos, escombreras y estaciones de ferrocarril. Ahora alguien podría decir algo parecido, solo que estos lugares no están en los alrededores… Pero Madrid ha tenido referencias intelectuales importantes. Para mí la fundamental es la Facultad de Filosofía de la Complutense, que no solamente es referente aquí, también en Latinoamérica, si bien puede que algo idealizada, de la época de Ortega y Zambrano, los cafés… En los cafés madrileños se han cocido las mejores y las peores ideas.
¿Cuáles son su librería y biblioteca favoritas de Madrid?
La biblioteca de la Complutense, que debe ser la mejor de Filosofía de España. En cuanto a librerías, Escolar y Mayo, la librería de la facultad: la llevan muy bien unos chicos que han sido alumnos míos. Estoy muy unido a mi Universidad.
¿Cuál es el Madrid de José Luis Pardo?
Siempre he estado muy vinculado a Chamberí, donde vivo actualmente, y que aún conserva su sabor de barrio. Aquí vivían mis abuelos: él era zapatero en la calle General Arrando. En cuanto a la Comunidad, siempre me ha gustado mucho subir y caminar por el Parque Nacional de la Cuenca Alta del Manzanares, la Pedriza, toda esa zona.
Sergio Del Molino, Claves De Una España Vacía
'Barcelona ha tenido grandes novelistas, y Madrid, cronistas'
Que un ensayo sobre el éxodo rural que transformó España en los 50 y 60 se haya aupado a las listas de los mejores libros de 2016 y vaya por su séptima edición es un hecho insólito, pero deja de sorprendernos nada más empezar a leerlo. Sergio del Molino, que en 2013 nos dejó sin aliento con su novela La hora violeta, logra en La España vacía un híbrido entre el ensayo histórico y social, la memoria personal y el libro de viajes que propone una nueva forma de entender el país. Ni más ni menos. Y lo hace con una prosa ligera y cuidada, precisa y personal, sabia y gamberra. La España vacía puede ser el relato que nos una, más allá de la común y facilona visión de un país divido en izquierdas y derechas. Sobre esto y mucho más hablamos con este madrileño de 37 años afincado en Zaragoza.
Se dice que Madrid no es más que un gran poblachón manchego ¿Nostalgia de “la España vacía” o complejo de capital de medio pelo?
Es una expresión de Mesonero Romanos, del XIX, difundida después por los viajeros románticos. Si tuvo algo de verdad, fue en el XIX, porque Madrid siempre ha cumplido los estándares de una capital europea, aunque pobre.
¿Qué zonas de Madrid le remiten más a esa ”España vacía”?
El núcleo originario de Madrid: la calle Segovia, la zona detrás del palacio Real… Pero Madrid tiene mucho más que ver con la construcción de un gobierno. En ese sentido, me remite más a Brasilia.
¿No le sorprende que un libro con esta temática haya tenido tan buena acogida?
El libro habla de cómo persiste esa España rural en la España actual. Pensaba que se echaba de menos esa reflexión, y parece que mi intuición era cierta… Me sorprende en general que alguien se interese por algo que escriba yo, pero creo que los lectores echan de menos una reflexión acerca del país desde un punto de vista literario y diferente al que se suele usar, esa visión de las dos Españas, derecha-izquierda.
Daría para otro ensayo por qué nos produciría grima la etiqueta “la gran novela española”, algo que a un americano, por ejemplo, no le sucede.
Lo último que quiere ser un escritor español es ser un escritor español. España es un tema proscrito, por razones muy comprensibles relacionadas con el franquismo, que fagocitó todo el discurso sobre España, y por esnobismo. Ya va siendo hora de que hablemos de nuestro país con la misma naturalidad que lo hace por ejemplo un Houellebecq, al que, por cierto, se le considera el colmo de la modernidad. La literatura necesita hablar del país donde se produce.
Lo raro es lo que hemos vivido hasta ahora, pero existe ya una generación que no comparte esos prejuicios, que vive ya en otras coordenadas.
Uno de sus grandes aciertos es su mirada sobre el éxodo rural de los 50-60: el Gran Trauma. ¿Por qué Gran y por qué Trauma?
Se merece de sobra el término de “éxodo”: en apenas 20 años cambió radicalmente nuestro mapa demográfico, el país se convirtió en otro, con efectos traumáticos que aún no se han digerido dos o tres generaciones después. Los ancianos han crecido en un país que se ha convertido en extranjero para ellos. Así de radical.
No se corta un pelo al desmitificar las Misiones Pedagógicas de la República…
No les quito el valor simbólico, pero discuto el real. Cualquier pequeño plan de cualquier consejería de Educación es mil veces superior a todo lo que pudieran hacer las Misiones en términos cuantitativos. Pero escribo desde la libertad del diletante y el ignorante, no soy académico.
Al Romanticismo lo tiene cruzado…
Detrás de cada cursi hay un hijo de puta, sí, estoy convencido. Se ve estadísticamente: los discursos cursis esconden intenciones aviesas. Desconfío por sistema de los cursis.
Volviendo a Madrid, ¿qué libros sobre ella le vienen a la cabeza?
La gran novela con la que descubrí Madrid y la hice mía es La forja de un rebelde, de Arturo Barea. He recorrido todas las calles de la novela descubriendo Madrid. También con Umbral, un gran cronista. A Madrid quizá le falta un Juan Marsé. Barcelona ha tenido grandes novelistas, y Madrid, cronistas.
¿Le inspira Madrid para escribir?
No, de hecho creo que escribo mucho porque estoy en Zaragoza. ¡Aquí no entraría en casa! Si tienes una vida muy interesante, escribes poco.
Recomiende un rincón para leer.
Algún café, aunque han cerrado muchos de los buenos… El Café Ruiz, por ejemplo, en Malasaña.
¿Una biblioteca? ¿Una librería?
Cuando estoy en Malasaña a veces me escapo a la Vargas Llosa, pero descubrí hace poco la Biblioteca Regional Joaquín Leguina y me pareció maravillosa. Respecto a librerías, me iría a Tipos Infames.
Algún recuerdo especial que tenga de Madrid.
¡Miles! He vivido en Madrid años, y nací aquí. Por ejemplo de Embajadores, el barrio de mis abuelos. Pero también viví en Cuatro Caminos, he tenido amores, noches lisérgicas por Malasaña... ¡De todo!
Marisa Mediavilla, Creadora De La Biblioteca De Mujeres
Este año el Gremio de Libreros de Madrid ha concedido el Premio Leyenda a Marisa Mediavilla Herreros, bibliotecaria, documentalista y feminista con un profundo conocimiento de su profesión y creadora de la Biblioteca de Mujeres. Los libreros de Madrid destacaron su 'apasionada e incansable búsqueda del legado literario de las mujeres'.
¿Por qué fundaste la Biblioteca de Mujeres (BdM) en 1985?
Se unieron una serie de circunstancias como, por ejemplo, que era muy difícil conseguir la documentación que en ese momento había sobre mujeres y localizarla en las bibliotecas públicas; después, porque yo tenía una pequeña, pero buena colección, y pensé que estaría bien compartirla con las demás, no tenerla yo sola; tercero, y, lo más importante, porque soy bibliotecaria.
Todos los días de tu vida buscando y recopilando materiales para la BdM. ¿Qué es lo que más te interesa en este proceso?
Son muchos aspectos… en realidad me interesa todo. La búsqueda, todavía sigo buscando el tesoro, tocarlo, abrirlo, de qué trata y pensar que ese libro va a estar en la BdM. Cada apartado de este proceso de búsqueda y recopilación me resulta totalmente satisfactorio.
¿Cómo ha influido tu labor profesional en la concreción del proyecto?
Prácticamente en todo, quiero decir que, si yo no hubiese sido bibliotecaria, no hubiera podido crear la BdM. He conocido muchos grupos de mujeres que organizaban su biblioteca y, en cuanto llegaban a 200 volúmenes, todas desaparecían.
El Tesauro de Mujeres es un paso más para facilitar la recuperación de la información y la actualización conceptual.
Sí, el Tesauro de Mujeres era algo que a lo largo de mi trayectoria profesional, que me dedicaba justamente a catalogar y clasificar, echaba de menos porque los tesauros y encabezamiento de materia eran bastante machistas. A las mujeres no se nos reconoce el trabajo, éramos invisibles y seguimos siéndolo. Como mujer aun suponía una contradicción mayor. Realizar un tesauro lleva mucho tiempo y, justamente, a partir de mi jubilación y la de mi compañera bibliotecaria, Ricarda Folla, fue cuando encontramos el momento oportuno para realizar durante cuatro años el tesauro.
¿Cuándo y por qué decidiste donar la biblioteca a una institución?
En realidad yo no decidí donar la biblioteca, las circunstancias decidieron. La BdM tenía un concierto por 10 años con el Consejo de la Mujer de la Comunidad de Madrid. Estuvimos desde 1997 hasta 2005 en que el Consejo se traslada y no hay sitio para la BdM. El local pertenecía a la Comunidad de Madrid y dijeron que nos fuéramos. Mantuve conversaciones con la UNED, con el Instituto de Investigaciones de la Complutense, etc. Les ilusionaba tener la biblioteca, pero no tenían ni espacio, ni personal, ni recursos económicos. Contacté con el Instituto de la Mujer para solicitar si aceptaba la donación.
Desde 2006 al 2010 ha estado guardada en sus depósitos. En el 2010 automatizaron la mayor parte de los fondos. En enero de 2012 los trasladaron a un depósito del Museo del Traje. Los únicos que se pueden consultar son los automatizados.
¿Qué resaltarías tú del fondo de de la BdM que atrajera a una feminista actual?
Aunque me ponga en el lugar de una feminista joven, que vive el presente y piensa que lo tiene todo, me interesaría lo histórico. Incluso a las que pasan por la Universidad o por talleres no les enseñan mucho de la historia de las mujeres. Lo actual lo pueden consultar en las bibliotecas públicas. ¡La palabra feminismo ya se usaba en España a finales del XIX! La utilizó Adolfo Posada en un libro de 1838. Creo que lo más interesante son nuestros orígenes.
¿Crees que para la visibilidad de la BdM es necesario no sólo el acceso al catálogo a través de Internet, sino ocupar un espacio propio?
Desde que la donamos al Instituto de la Mujer, no sólo yo, sino muchas colaboradoras de la BdM, intentamos conseguirlo. La esperanza que tengo es que este premio valga para sacarla a la luz y que profesionales y políticos le dediquen un espacio propio, con un personal especializado y con los recursos económicos adecuados para que cumpla sus objetivos.
Sabemos que viviremos esa biblioteca de mujeres, cuéntanos cómo la imaginas.
La biblioteca es un espacio amplio, en el cual habría la parte silenciosa para la lectura y la investigación; otra parte con salas para talleres, presentaciones de libros, encuentros con autoras, etc. y una zona intermedia con espacio para exposiciones. Considero, según mi experiencia en Bibliotecas Públicas, que hay temas que no se consultan porque la gente ignora que existe esa documentación. Es importantísimo tener un escaparate, una exposición permanente con fondos de la biblioteca.
¿La ves en el centro, en la periferia?
Es esencial que esté cerca de metro y autobuses. He soñado con la Tabacalera, el Conde Duque, El Matadero y, cuando que camino y veo un edificio grande, oficial, me digo ¡Qué bien estaría aquí la BdM!
Yo tuve la iniciativa, pero sola no hubiera llegado a nada. Me gustaría acabar dando las gracias a Lola Robles, filóloga feminista, que, casi desde el principio se unió al proyecto, formábamos un buen tándem. Agradecer a las muchas colaboradoras que pasaron por allí. Y actualmente, a Michelle que aloja en su web Mujerpalabra los distintos catálogos que no tiene el Instituto de la Mujer.
Por último, a usuarias y usuarios porque sin ellos la biblioteca no tendría ningún sentido. Con sus consultas han demostrado que la BdM es necesaria, es el patrimonio cultural de las mujeres, es un espacio de encuentro y aprendizaje.
Dolores Redondo, Lejos Del Baztán
'No podría ambientar mis historias aquí, porque Madrid es amable'
No está en los bosques del Baztán ni en los viñedos de la Ribeira Sacra (donde se desarrolla su nueva y premiada novela, Todo esto te daré): Dolores Redondo charla con nosotros en plena Gran Vía de Madrid, en un paisaje radicalmente diferente a los que le dieron la fama, esos mismos que le han proporcionado uno de los premios más deseados por los escritores en español: el Planeta.
Dolores es una mujer cordial, serena, directa y apasionada con su oficio de escritora. A lo largo de esta conversación descubriremos algo de cansancio respecto a la etiqueta de 'novela negra', compromiso con los problemas de nuestro tiempo y una visión muy amable sobre la ciudad de Madrid. ¿Dónde está la autora que hace estremecerse a miles de lectores con la crueldad de sus historias?
Estamos muy lejos de ese Norte suyo que tan bien describe. Si tuviera que elegir un lugar de Madrid para ubicar alguna escena, ¿cuál sería?
No podría ambientar mis historias aquí, porque para mí Madrid es amable: me acoge, Madrid es el de los encuentros, el de los amigos, la Feria del Libro… No lo veo como un lugar hostil, que es uno de los puntos que busco para que un lugar me inspire.
¿Qué rincón de Madrid escogería para leer?
Conozco muchos hoteles de la ciudad, y rincones como este (conversamos con Dolores en un céntrico hotel madrileño), con ese murmullo de fondo, una cafetera que suena y buena luz me parecen perfectos para leer. También los parques de Madrid, claro.
¿Tiene algún recuerdo especial ligado a la ciudad?
Uno de los más bonitos es cuando di el pregón de la Feria del Libro: fui la primera mujer en hacerlo, aunque parezca increíble. Con la cantidad de literatas que ha habido y hay aquí, académicas… ¡Incluso algunas que viven al lado del Retiro! (comenta irónica Dolores, y al momento vienen a la cabeza nombres como el de Rosa Montero, vecina del parque…). La Feria del Libro es muy especial para mí, de hecho una de las escenas más bonitas de Todo esto te daré se desarrolla en ella, y bebe de mi propia historia: lo que siento cuando firmo a los lectores, y cuando viene mi pareja mientras estoy firmando…
Todo esto te daré es muchas cosas, pero sobre todo una novela sobre la codicia, tema clásico, aunque también de absoluta actualidad. ¿Dónde ha aprendido más sobre ella? ¿Quizá como abogada?
Es verdad que estudié Derecho, pero nunca ejercí. Lo he aprendido leyendo. La codicia es un clásico en la historia de la humanidad, y aquí está llevada al extremo, con personajes capaces de negarse a sí mismos y a su propia vida por ella.
Cualquier diario actual podría servirle como documentación…
Lo vemos a diario, sí. La familia de la que hablo es de la nobleza, pero podrían ser banqueros o empresarios. Me interesa mucho ese perfil, personas que creen que tienen derecho a irse de rositas hagan lo que hagan, como hemos escuchado recientemente en casos de corrupción política. Aunque lo más triste es que los demás admitamos que va a ser así porque 'siempre ha sido así'.
Su manejo de la intriga es muy bueno. Sabe dosificar la información en su medida justa, y a la vez ir creando hipótesis que suman interés. ¿Quiénes han sido sus maestros?
Intento por todos los medios no leer novela negra, porque intento no hacer novela negra. Hablo de un crimen, pero sin temor a salirme de los márgenes de la negra, más bien, me salgo constantemente. Todo esto te daré es una historia de amistad, de personas que se transforman al despojarse de etiquetas y prejuicios, de amor y de algo muy común en las parejas: la parte que ocultas, la que te reservas.
Es decir: no escribe novela negra, como muchos creen.
Me da igual si los márgenes de un género me impiden contar lo que quiero, porque no pienso en ellos. Sé cuál es la historia que quiero contar, y la cuento. Lo mejor del Premio Planeta es que soluciona algo que antes me preocupaba mucho: lectores que no se acercaban a mis novelas porque se les colocaba la etiqueta de 'novela negra'. El Premio Planeta allana ese camino, muchos se acercan a la novela simplemente porque ha ganado el premio, sin atender a etiquetas.
Siento una influencia muy intensa de Agatha Christie. Casi parece un homenaje.
Lo es, por eso está en las citas con las que se abre el libro. Las suyas fueron mis primeras lecturas hacia lo criminal. Cuando era pequeña, mi madre me dejaba leerla porque sus crímenes no son violentos: no hay sangre ni escenas macabras, es el típico crimen inglés. Sin embargo son de extrema crueldad dentro del ámbito familiar, todos esos secretos, esa inquina… Es monstruoso. Y ese saber que el asesino está 'dentro' de la casa o del círculo más cercano, tan de Agatha Christie.
El protagonista de Todo esto te daré escribe su mejor novela cuando opta por lo autobiográfico. ¿Se animará algún día a publicar algo directamente autobiográfico?
No. Creo en la honestidad al escribir, pero no hace falta contar con detalle todo, sino que cuentes la verdad, y la verdad la puedes compartir desde la piel de un personaje. Te aseguro que soy honesta con cada emoción, alegría o proceso de duelo que narro, pero no tengo que contar cuáles son los míos.
Laurent Binet: Filosofía Y Persecuciones De Coches
'Me divierte retorcer y cambiar la Historia'
Le bastaron cuatro letras –más aún, una letra repetida cuatro veces- para pasar del anonimato a la fama internacional. Laurent Binet debutó en 2010 con HHhH, su recreación personal del asesinato del líder nazi Reinhard Heydrich, y con ello ganó el Premio Goncourt y muchas ganas de seguir experimentando con el juego entre verdad histórica y ficción.
Ha venido a Madrid para presentar su segunda novela, La séptima función del lenguaje, en la que convierte la muerte del semiólogo francés Roland Barthes en un particular thriller. Filosofía y persecuciones de coches, una extraña y acertada pareja en un relato por el que se pasean Deleuze, Derrida, Umberto Eco o el propio Barthes. Conversamos con Laurent Binet en el Institut français de Madrid.
Bienvenido a Madrid, señor Binet. No es la primera vez que nos visita. ¿Tiene algún recuerdo especial de nuestra ciudad?
Por supuesto: hace cinco años, sentado en la Plaza Mayor, tomando un buen vino español y un delicioso jamón… Fue un momento muy agradable. Ese viaje coincidió con el 15M y recuerdo la Puerta del Sol llena de gente. Aquel fue un fenómeno que seguimos con mucha atención desde Francia.
Como lector, ¿relaciona Madrid con alguna novela, relato, poema…?
Estrictamente con Madrid no, la verdad, pero como muchos percibirán en La séptima función del lenguaje, en concreto cuando la acción se traslada a Venecia, hay ahí un homenaje a Cervantes. Le admiro mucho y quise que apareciese de forma simbólica. Además, puedo adelantar que en mi próximo libro la presencia de España es más importante, ya que trata sobre la Conquista de América.
Pero ahora tenemos entre manos La séptima función del lenguaje, recién publicada en España. Una segunda novela tras un éxito apabullante en la primera, como a usted le ha ocurrido, siempre es un reto. ¿Cómo se ha enfrentado a ello?
Es, como decimos en Francia, 'un problema de ricos'. Si ese es el problema del libro, ¡qué bien! (sonríe Binet). Pero he querido alejarme claramente de HHhH creando un contrapunto: si en aquella me empeñé en la caza de la 'calidad
histórica', ahora me he divertido retorciendo y cambiando la Historia. La ucronía, lo que Umberto Eco llamó la historia contrafactual.
Eco aparece en la novela como personaje, pero el gran protagonista es Roland Barthes. ¿Cómo nace su pasión por él?
Como punto de partida, me interesa por su trabajo como crítico, intelectual y escritor, pero también en su muerte hay elementos novelescos que me dieron la idea de esta novela policiaca. El hecho de que apareciese muerto sin identificación alguna y que fuese después de uno de esos particulares almuerzos con Mitterrand…
¿Qué quiere decir?
A lo largo de su vida, Mitterrand estuvo envuelto en varios asuntos turbios, y hay cierto misterio en aquellos almuerzos suyos. Ocurrieron cosas extrañas relacionadas con ellos...
El hecho de que Barthes muriese atropellado por un camión de lavandería también es bastante novelesco, casi parece material de las Mitologías del propio autor.
Absolutamente. Tiene mucha simbología. ¡Barthes podría haber escrito un ensayo de tres páginas sobre ello!
Hablando de recreaciones de personajes 'reales', en España se ha producido recientemente un curioso caso, la polémica generada tras las quejas de un familiar por la publicación de Los últimos días de Adelaida García Morales, de Elvira Navarro. ¿Ha tenido usted algún problema parecido?
La diferencia con el caso que citas, que conozco, es el grado de realismo. En el libro de Elvira Navarro existe la intención de revelar elementos, de proponer una nueva verdad sobre esos personajes que existieron. En mi libro, en cambio, se busca un efecto cómico: es fantasía, no realista. Pero aún así Philippe Sollers (escritor francés y personaje de la novela de Binet) se ha enfadado al leer el libro, porque me burlé de él. Pero él no puede decir que yo haya revelado cosas que no se supieran... Mi tratamiento no es realista, nadie puede acusarme de difamación.