Normas de funcionamiento en un colegio de huérfanos hace doscientos años

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PARA EL CUIDADO Y EDUCACIÓN DE LOS NIÑOS

El Portal de Archivos nos traslada al Madrid de comienzos del siglo XIX para mostrarnos las normas que regían el cuidado y educación de los niños huérfanos. En concreto, nos habla del reglamento que se aplicaba en el Colegio de Niños Desamparados de Madrid, donde se recogen muy diversos aspectos que van desde los protocolos de salud e higiene hasta la organización detallada de cada día.

13 febrero 2017

El colegio, fundado en 1592 por la Congregación de Nuestra Señora del Amor de Dios, en principio, recogía a los niños que procedían de la Inclusa de Madrid, pero con el tiempo fue admitiendo también a los huérfanos, a los que estaban tutelados por el Convento de Santa Isabel y a mujeres parturientas. A partir de 1802 cesó la entrada de niñas y en 1805 desaparecieron los departamentos de parturientas y mujeres impedidas.

Según cuenta el Portal de Archivos, una de las normas más destacadas es que el colegio aceptaba la entrada de niños criados en la Inclusa y de veinte niños procedentes de la Fundación Agustín de Torres, siempre que estos últimos fueran de legítimo matrimonio y demostraran su orfandad, al menos de padre. Todos los niños debían tener ocho años cumplidos y no exceder de nueve, así como disponer de sus partidas de bautismo.

La organización del día
Los niños tenían que asistir diariamente a misa; realizar los domingos las oraciones y ejercicios establecidos por la Congregación de Nuestra Señora del Amor de Dios; y confesarse una vez al mes. La organización del día era siempre la misma. En verano se levantaban a las 5,30 horas de la mañana, disponiendo de media hora para vestirse, dar gracias a Dios y levantar la cama. La misa era a las seis de la mañana. A las 6,30 horas, desayunaban en el refectorio, donde también se lavaban la cara y las manos. A las siete, los niños pasaban a la escuela, en la que permanecían tres horas.

Durante todo el año, la comida se hacía a las doce en el refectorio. De 15,00 a 18,00 horas, los niños volvían a la escuela. Tras las clases, tenían recreo en “juegos no perjudiciales” hasta la hora de rezar el rosario. Finalmente, a las 21,00 horas, los niños cenaban en el refectorio para, a continuación, acostarse. En invierno, la jornada diaria comenzaba a las 6,30 horas de la mañana.

En cuanto a la higiene, este documento señala que los niños debían mudar de camisa, calceta y pañuelo los domingos, para que estuvieran limpios y aseados. Además explica que cada niño habría de dormir solo en una cama compuesta de tablado, dos colchones, dos sábanas, una almohada, una manta y un cobertor, siendo obligado mudar todas las sábanas y almohadas el primer día de cada mes.

En lo referido a su educación, se les enseñaba doctrina cristiana, los principios de civilidad y subordinación, a leer, escribir, contar, gramática castellana, dibujo y geometría. Estas dos últimas eran actividades muy importantes para que los niños pudieran después aprender un oficio y ser buenos artesanos. A partir de los doce años, salían del colegio para aprender un arte u oficio, consultando la inclinación del niño para que se dedicara al que más se adaptara a sus cualidades.