Monasterio de Santa María la Real de Valdeiglesias
El Monasterio de Santa María la Real de Valdeiglesias en Pelayos de la Presa es la más importante fundación monacal de la Orden Cisterciense que se conserva en la Comunidad de Madrid.
El actual conjunto monástico es el resultado de numerosas obras y transformaciones que se han ido sucediendo a lo largo del tiempo, desde su fundación en el siglo XII hasta el XVIII. El declive del monasterio se inició en este último siglo debido a diversas causas, como la reducción de la comunidad de monjes y el importante incendio producido en 1743 que afectó a numerosas dependencias. Ya en el siglo XIX, sufrió el saqueo de las tropas napoleónicas y después, a partir de 1836, las consecuencias de las políticas desamortizadoras, con la consiguiente pérdida de bienes y el deterioro del edificio. En 1884 fue subastado por el Estado sucediéndose, a partir de entonces, diferentes propietarios hasta su adquisición en 1974 por el arquitecto Don Mariano García Benito, que inició la labor de recuperación y restauración. En el año 2004 fue donado por su propietario al municipio de Pelayos de la Presa, gestionado por la Fundación Monasterio Santa María la Real de Valdeiglesias. A partir de este momento, la Comunidad de Madrid, consciente del valor histórico y artístico de este monumento, declarado Monumento Histórico Artístico en 1967 y refrendado posteriormente por R.D. de 23 de noviembre de 1983 como Monumento Histórico Artístico de Carácter Nacional, comenzó el proceso de recuperación del monasterio.
Monasterio de Santa María la Real de Valdeiglesias
Los orígenes del monasterio, ubicado en Pelayos de la Presa, parecen remontarse a época mozárabe, cuando existían distintos eremitorios dispersos por el valle, entre los que destacaba uno dedicado a la Santa Cruz. Un documento fechado en Toledo en 1150 señala que el rey Alfonso VII donó el valle al abad Guillermo y sus monjes para que unificara varios eremitorios preexistentes y fundara un monasterio acogido a la Orden de San Benito. Posteriormente se afilió a la Orden del Císter y, con ese propósito, en 1177, el rey Alfonso VIII hizo venir para hacerse cargo de él a monjes del monasterio vallisoletano de La Espina. Estos datos históricos, y otros posteriores, proceden de la recopilación realizada por un monje en el Tumbo de Valdeiglesias de 1644.
Es lícito pensar que la construcción del templo debió iniciarse al poco tiempo, hacia 1180. En su apariencia actual se pueden apreciar partes fruto de hasta cinco etapas diferentes a lo largo del tiempo.
La iglesia del monasterio responde a una planta de tres ábsides, crucero y nave única. Sus tres ábsides son claramente originales, fechables en el entorno de 1200. Se trata de un modelo de cabecera típicamente cisterciense, en el que el ábside central es de planta semicircular, mientras los laterales rematan exteriormente en un testero plano. Es una tipología frecuente en la arquitectura de esta orden monástica, con ejemplos similares en Francia como las iglesias abaciales de Le Thoronet y Senanque (Provenza), aunque ambas con cinco ábsides. El mismo modelo de planta, incluyendo los tres ábsides, es el de la iglesia románica de Chanteuges (Alto Loira, Auvernia). En España responde a una configuración similar la iglesia de Nuestra Señora de las Vegas de Requijada (Segovia), y se la ha comparado con la del monasterio cisterciense de Santa María la Real de Sacramenia (Segovia), ejemplo de nuevo con cinco ábsides. El ábside central cuenta con tramo recto cubierto mediante bóveda de cañón apuntado y hemiciclo con bóveda de horno reforzada por nervios de perfil circular simple. Los ábsides laterales, más sencillos, se cubren mediante bóveda de cuarto de esfera para el hemiciclo y cañones apuntados en los tramos rectos. La sobriedad es característica fundamental de toda la construcción, con total austeridad en lo decorativo. Todo ello es propio de la arquitectura cisterciense de finales del siglo XII y principios del XIII, aún fuertemente vinculada al románico, pero incluyendo elementos propios del protogótico.
Sobre el tramo recto del ábside central subsisten los restos de un pequeño campanario, aparentemente perteneciente a esta misma construcción original o algo posterior. Su inusual emplazamiento debió escogerse por seguridad, al no abovedar el tramo central del crucero donde habitualmente se ubicaban. Se trataba de una construcción de planta cuadrangular, abierta en sus cuatro frentes por arcos apuntados sobre capiteles de tipo cisterciense, y que debió de cubrirse con una bóveda de crucería. Actualmente, del mismo solo se conserva su lado oriental y los arranques de los arcos contiguos. Se trata de una obra singular sin ejemplos comparables en la arquitectura hispana de la época.
El templo cuenta con un crucero que abarca la anchura de los tres ábsides y una única nave. Originalmente, debieron contar con cubiertas de madera que desaparecieron, posiblemente ya, en un incendio ocurrido en el año 1258 que destruyó parte de la iglesia, que fue posteriormente reconstruida. Solo las ventanas de medio punto de la nave, construidas en sillería, parecen corresponder a la obra original.
La obra posterior evidencia características arquitectónicas mudéjares, como muestran los muros norte del crucero y de la nave construidos de mampostería encintada en verdugadas de ladrillo, material característico del mudéjar de esta zona. En el tramo norte del crucero, en su muro occidental, existe un vano, la puerta de los Muertos, realizada en ladrillo. Se compone de un arco túmido enmarcado en un resalte a modo de alfiz, obra sin duda posterior a la iglesia original, y que también responde a modelos de la arquitectura mudéjar de la baja Edad Media. En este lado norte del transepto, utilizando las mismas técnicas y materiales, se construyó una pequeña torre adosada de planta semicircular, que albergó una escalera que permitía el acceso al tejado de la iglesia y, probablemente, a su campanario. La planta baja de esta torrecilla fue posteriormente convertida en capilla y se cubrió con una bóveda de crucería.
Posteriores transformaciones tuvieron lugar a finales de época gótica, en tiempos de los Reyes Católicos (De la Morena, 1974: 8-9). Entonces nave y crucero se sobreelevaron, cubriéndose con bóvedas de crucería con terceletes y reforzándose exteriormente los muros con contrafuertes. La nave tenía cinco tramos y en los dos de los pies contaba con un coro en alto, cuyo sotocoro se sustentaba en bóvedas rebajadas de crucería y del que solo se mantiene su arco frontal. En la actualidad, la iglesia únicamente conserva los arranques de alguna de sus bóvedas y los correspondientes pilares que fueron adosados a los muros preexistentes, así como algunos de sus arcos fajones con la característica decoración de bolas de ese momento. Todo ello fue parte de una serie de obras que se acometieron entonces como revitalización del conjunto monasterial en las que también se intervino en el claustro. Se construyó un nuevo refectorio y se regularizó toda esta zona cuya superficie era producto de intervenciones parciales anteriores (Díaz, Marín y Lemus, 2005: 335-336).
En el lado sur de la iglesia existe una irregularidad en la traza del conjunto, pues el muro de la iglesia no corre paralelo a ese lado del claustro, sino que ambos se abren en ángulo desde el crucero, dejando un espacio abierto de planta trapezoidal donde se conserva la llamada “capilla mozárabe”. Se la ha supuesto anterior a la construcción del templo y vinculada a los orígenes del cenobio, y su calificación se ha justificado en la aparente utilización del pie mozárabe como patrón métrico, aunque este dato parece inexacto (Vela Cossío y García Hermida, 2011: 1450-1451). Se ha considerado que podría ser testimonio de las construcciones anteriores a la obra cisterciense, tal vez la mencionada ermita de la Santa Cruz, una especie de “relicario” arquitectónico, justificándose así lo irregular de su localización. No obstante, sus características constructivas y la falta de otras evidencias plantean, en nuestra opinión, serias dudas sobre su antigüedad y funciones.
Consiste en una construcción de pequeñas dimensiones, de planta cuadrada, que arranca en su parte baja de unas pocas hiladas de buena sillería, conservadas desigualmente en sus cuatro lados. Esta parece la parte más antigua conservada, que podría ser contemporánea de la construcción de la cabecera de la iglesia o anterior. Sobre esta base se elevan muros con soportes adosados de sillería muy irregular, mampostería y ladrillo. Ello sirve de base a una singular bóveda de ladrillo octogonal, esquifada y baída, que se puede relacionar con antecedentes islámicos. Todo ello correspondería a una segunda fase constructiva, dentro ya de una cronología bajomedieval. Esta “capilla” podría ser parte de un conjunto algo más amplio que tal vez se prolongaría hacia sus lados este y oeste. Más adelante, todo ello quedaría dentro de una construcción mayor que abarcaría buena parte del mencionado espacio trapezoidal y del que queda la huella de un gran arco transversal de medio punto dispuesto en dirección norte-sur.
El claustro, ubicado al sur del templo, como hemos dicho, estaba rodeado de las dependencias monásticas correspondientes. La sacristía y la sala capitular estaban en su panda oriental, así como el armarium y la antesacristía. En este mismo lado se encuentra el acceso a un manantial situado en el subsuelo mediante una escalera de piedra. La cocina y el refectorio se ubicaban en el lado meridional. Aquí se conservan una pareja de arcos de medio punto descontextualizados, cuyas características corresponderían a la edificación original de finales del siglo XII, y cuya procedencia exacta se desconoce, aunque se ha sugerido que pudiesen pertenecer al primitivo refectorio (Díaz, Marín y Lemus, 2005: 332). El hecho de que las columnas geminadas que los soportan arranquen de un nivel considerablemente inferior al del claustro definitivo, podría indicar que son parte de una construcción ya ubicada en ese lugar desde su origen. En el lado oeste del claustro se encontrarían la cilla y la zona de conversos. Lo conservado en la actualidad se corresponde en parte con la renovación del conjunto en época tardogótica, y a ello corresponden los arcos apuntados de la galería inferior, así como las bóvedas de crucería de la antesacristía, el armarium y la esquina nororiental del claustro, estas últimas restauradas en 2016 en una intervención promovida por la Dirección General de Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid (García Muñoz y Martín Jiménez, 2017: 690-692).
Ya en pleno siglo XVI se edificó la galería superior de la que hoy apenas quedan vestigios. A este mismo momento correspondería lo conservado de la puerta de la sacristía de estilo renacentista. A finales de este siglo y principios del XVII prosiguieron las obras de ampliación del monasterio que, entre otras, incluyeron la traza de un nuevo claustro y nuevas estancias al suroeste, incluyendo la torre campanario que existe en la actualidad. Ya en la segunda mitad del siglo XVII se construyó una nueva fachada occidental de la iglesia, cuya apariencia se corresponde con la del arte barroco de la época, y que conserva los escudos de Valdeiglesias, de la monarquía y de la Observancia de Castilla, a la que el monasterio se incorporó a finales del siglo XV. Algunas de las esculturas que se encontraban en las hornacinas de dicha fachada se han recuperado y se custodian actualmente en el mismo monasterio.
El declive de la comunidad se produjo a partir del siglo XVIII, acentuado sin duda por un incendio sucedido en 1743 que afectó a muchas de sus dependencias. La comunidad de monjes se fue reduciendo, sufrió el saqueo de las tropas napoleónicas, y a partir de 1836 las consecuencias de la desamortización. Ya en ruinas, fue subastado por el Estado en 1884, sucediéndose a partir de entonces diferentes propietarios. No fue hasta su adquisición en 1974 por el arquitecto Mariano García Benito que se inició la labor de protección, recuperación, restauración y puesta en valor del conjunto. Se le declaró monumento histórico-artístico (Bien de Interés Cultural con carácter nacional) en 1983. En el año 2004 fue donado por su propietario al municipio de Pelayos de la Presa, al que pertenece en la actualidad, siendo gestionado por la Fundación Monasterio Santa María la Real de Valdeiglesias.
Antonio Momplet Míguez
Francisco J. Moreno Martín
Extracto del libro: Camino de Perfección. Conventos y Monasterios de la Comunidad de Madrid
El Monasterio está formado por un conjunto de edificaciones de gran entidad, antiguo cenobio de la orden del Cister. En 1150, con Alfonso VII el Emperador, los doce eremitorios mozárabes existentes en el Valle de las Iglesias fueron unificados bajo la Regla de San Benito, fundándose entonces el Monasterio de Santa María la Real de Valdeiglesias. Incorporándose desde 1177 hasta su desamortización en 1835, a la Orden Cisterciense.
A lo largo de los siglos se fueron sucediendo las obras y las transformaciones arquitectónicas, algunas motivadas por incendios. Al menos hay documentados dos incendios, uno de ellos sólo afectó a la iglesia, pero el segundo destruyó la mayor parte del conjunto. Corresponde a la primera fase románica el ábside y la nave de la iglesia, aparentemente cubierta mediante artesonado o alfarje de madera.
En el siglo XVI se realizaron modificaciones muy importantes, construyéndose las bóvedas de cantería de la iglesia y del deambulatorio del claustro, así como la galería superior del mismo.
Nuevamente en el siglo XVIII, se realizan, la fachada principal de la iglesia y parte de los cuerpos de dormitorios y del ala Este.
En la actualidad solo una pequeña parte del monasterio se mantiene en uso. Su estructura original responde casi literalmente al esquema tipológico de los conventos cistercienses pero hay sin embargo un detalle sorprendente el descuadre inusual en la alineación de la iglesia respecto del resto de las dependencias del monasterio. La iglesia es de una sola nave de gran tamaño. Es muy interesante la cabecera con el ábside circular flanqueado por otros dos pequeños ábsides de planta cuadrada al exterior y circular al interior.
Se han realizado una serie de intervenciones con el fin de consolidar los restos del Monasterio, destacando especialmente:
Desescombro e intervención arqueológica global y clasificación de piezas para la restauración y recuperación de arcos y bóvedas, excavaciones arqueológicas y estudios de arqueología de la arquitectura y estratigrafía muraria del monasterio. Se ha generado un nuevo paseo perimetral al edificio, se han controlado las humedades, y se ha intervenido en distintas zonas como son el ábside de la iglesia y capillas anejas, muro norte del transepto, capilla y caja de escalera, muro norte y muro sur de la iglesias, transepto sur, capilla ochavada, callejón de conversos y el claustro, sacristía y armarium.
La cronología de estas intervenciones sería la siguiente:
Entre los años 2005 y 2006 se llevaron a cabo algunos trabajos parciales de consolidación y restauración más urgentes, y en el año 2007 se procedió a redactar un Plan Director para la Rehabilitación del Monasterio de Santa María la Real de Valdeiglesias.
Entre los años 2008 y 2009 se realizó un estudio petrológico de los materiales de construcción del monasterio así como una lectura de paramentos para, junto con los estudios históricos, poder realizar un correcto análisis de las distintas fases constructivas del conjunto. A partir de este momento, y hasta la actualidad, se procedió a intervenir en el conjunto monástico mediante sucesivas fases de actuación.
Durante 2010 y 2011 se llevó a cabo una primera fase de restauración y consolidación estructural en la iglesia. Entre 2012 y 2013 se intervino en el claustro y en 2014 se consolidaron algunas dependencias anejas a éste, así como los muros del transepto norte.
Durante los años 2015 y 2016 se ejecutaron obras de restauración en el ábside y antesacristía, se consolidaron la chimenea y estancias anejas y se realizó un inventario y catalogación de piezas labradas dispersas por el monasterio.
A lo largo de los años 2017 y 2018 se redactó y ejecutó el proyecto de restauración de la nave de la iglesia, que continuó en 2019. En este último año también se ha redactado el proyecto de consolidación y restauración de la fachada de la iglesia.
En el año 2019 se finalizaron las obras de Restauración de la Nave del Monasterio y se ha dotado de Accesibilidad al mismo, asimismo se realizó el Proyecto de ejecución de Consolidación y Restauración de la Portada de la Iglesia de Santa María la Real.
Entre 2010 y 2019 se han realizado inversiones en Pelayos de la Presa por un total de 1.354.384 €.
En el año 2020 está previsto realizar la consolidación y restauración de la Portada de la Iglesia de Santa María la Real de Pelayos de la Presa por un importe de 385.367 €.
Planta del Monasterio Santa María la Real de Valdeiglesias
Restauración del monasterio Santa María la Real de Valdeiglesias. Vídeo 360º
Ubicación
Galería de imágenes
Fotografías: Miguel Ángel Camón Cisneros, Dirección General de Patrimonio Cultural