La Quinta y Palacio de Torre Arias
Bien de Interés Cultural en la categoría de Conjunto Histórico
Construida en el siglo XVI en la villa histórica de Canillejas, como una las quintas particulares de recreo de la nobleza que proliferaron en la época, la Quinta y el Palacio de Torre Arias, presenta en un mismo espacio un doble carácter productivo y lúdico, resultado de la acumulación de múltiples períodos históricos con especial desarrollo de tecnologías agrícolas y ganaderas.
El conjunto de elementos naturales y antrópicos y su evolución histórica han configurado el carácter excepcional del paisaje de la finca que presenta elementos arquitectónicos historicistas, huerta, jardines con variedad de especies botánicas, instalaciones agropecuarias y una red histórica de abastecimiento de agua. Estos elementos, entre otros muchos, configuran un «Conjunto Histórico» singular, que ha sido declarado como Bien de Interés Cultural por Decreto 59/2022.
Origen y evolución histórica de la quinta
El origen finca de Torre Arias se remonta al siglo XVI, bajo el reinado de Felipe II, cuando se construye una casa de campo en la villa histórica de Canillejas, una de las más antiguas de la Comunidad.
La primera casa de campo de Canillejas, se cree que fue inicialmente edificada alrededor de 1580, por el primer conde de Villamor, García Alvarado Velasco. Contaría con una casa-palacio, huerta y palomar, cuya ubicación correspondería con la casa actual.
En el siglo XVII, el conde de Frigiliana realizó numerosas mejoras y ampliaciones, doblando aproximadamente su superficie con respecto a la inicial. La quinta contaba entonces con palacio de dos plantas, cueva y desvanes; incluyendo la «sala de fruta», zaguán y patio, una escalinata de piedra para bajar a los jardines desde el palacio, caballerizas y cocheras.
Durante la Guerra de Sucesión, la quinta fue confiscada por las tropas del Archiduque de Austria para fijar su residencia. Terminada la contienda, los condes realizaron varias obras, tanto en el interior del palacio, como en el jardín, con nuevas plantaciones. Se arregló el palomar y se construyeron los respiraderos de los viajes de agua, lo que da idea de su existencia entonces. También se hizo el empedrado del arroyo de la quinta, desde el estanque hasta la alcantarilla, con su reja de hierro en la salida.
En el siglo XVIII, hacia 1741, tras la muerte del conde de Aguilar, fue adquirida por la viuda del VII duque de Osuna, Francisca Pérez de Guzmán el Bueno, quien llevó a cabo obras de rehabilitación en el palacio y empedrado perimetral, así como extraordinarias mejoras en la explotación agrícola, a la que dotaron de edificaciones auxiliares. Se mejoró el riego del jardín y la huerta devolviendo el esplendor al espacio con notables adelantos, en los que la duquesa invirtió importantes sumas.
Sus herederos, sin embargo, no pudieron mantener la propiedad a la muerte de la duquesa y la finca pasaría por varias manos como el Convento de Santo Tomás de Aquino en Madrid, el marqués de Cerralbo o el XVII duque de Medina Sidonia. En el siglo XIX, hacia 1850, su adquisición por parte de Manuel de Acuña y Dewitte, X marqués de Bedmar, supuso la recuperación total de la Quinta de Canillejas, que llegó a considerarse una de las más hermosas de las inmediaciones de la Corte.
El Marqués emprende una amplia restauración, adquiriendo varias propiedades limítrofes y consolidando así una propiedad similar a su configuración actual, dotando al jardín de un estilo romántico-pintoresco, con estufas de hierro y cristal, cenadores, dos relojes o meridianas de sol y luna, estanques, fuentes, norias y departamento del tiro de pistola entre otras construcciones como caballerizas, graneros, cocheras, casas de vacas y boyera.
A finales del siglo XIX, la propiedad recaería en manos de la VIII marquesa de la Torre de Esteban Hambrán, casada con Ildefonso Pérez de Guzmán el Bueno, VI conde de Torre Arias, título que da el nombre con el que hoy se conoce la Quinta. A los condes de Torre Arias se debe la conservación de la finca tal y como la crearon los marqueses de Bedmar, aunque introdujeron importantes mejoras en la decoración y en el confort de la casa, modernizándola.
Los nuevos propietarios, intentando un mayor desarrollo agrícola y ganadero, edificaron pabellones para animales en la zona norte de la finca, construyeron cuadras con boxes para caballos, una vaquería (con producción de leche); perreras (donde criaban galgos de pura raza española) y gallinero (con aves exóticas). Además, se construyó la puerta principal en la actual calle de Alcalá, de líneas neoclásicas.
Fallecida la VIII condesa de Torre Arias en 2012, se puso en marcha el convenio acordado con el Ayuntamiento de Madrid, por el cual pasaba éste a ser el propietario de la finca,con la condición de que su uso fuera de parque público, para disfrute de todos los ciudadanos.
Los jardines y el palacio de la quinta
Palacio y otras dependencias:
El edificio actual del palacio responde principalmente a las últimas reformas del Marqués de Bedmar en el último tercio del siglo XIX, consistentes en dotar al palacio de mayor monumentalidad y elegancia, siguiendo en su lenguaje las actuaciones medievalistas centroeuropeas. Pretendió darle imagen de fortaleza feudal y por eso figura en varios documentos su denominación a partir de entonces como «Castillo Bedmar».
El palacio está orientado al sur, donde se encuentra el acceso principal. Las fachadas son de ladrillo rojo visto y el cuerpo central, que sobresale del plano de fachada, remata en una torre con reloj y sobre ella un chapitel. El antiguo torreón, posiblemente del siglo XVI, que sobresale detrás de la fachada, está situado en el ángulo sureste.
Las Caballerizas, en la zona norte del palacio, fueron reconstruidas en el siglo XIX, bajo la propiedad del marqués de Bedmar, y su imagen recuerda a los establos y caballerizas de algunos châteaus decimonónicos.
Fuera del recinto palaciego habría que destacar la Casa del Jardinero Jefe y la Casa del Guarda en el viñedo, construida en 1872. Otras construcciones importantes son las dos estufas de hierro y cristal, la estufa de las camelias, la casita rústica de la noria, junto al arroyo, los dos cenadores, el invernadero metálico del siglo XIX, así como el Matadero, la Casa de Vacas, la Casa de Aves, la porqueriza, perreras, etc. La Bodega se sitúa en la zona suroeste del patio de caballerizas, con acceso desde el exterior en la fachada oeste.
Huertas y jardines:
Está documentado que la Quinta de Torre Arias contó con huertas y jardines desde sus inicios en el siglo XVI. Los inventarios conocidos datan del siglo XVIII, y por ellos se conoce la existencia de plantíos de olivos y cuarteles de árboles frutales, además de varios árboles de sombra y adorno, una zona de álamos blancos y negros, una zona de viña al norte; así como especies de producción como moreras, castaños, membrillos, perales de varios tipos; manzanos, ciruelos, higueras, avellanos; almendros, etc.
El conjunto de huertas y jardines fue modificándose con el paso de los siglos y, aunque su estructura formal y organización espacial no varió demasiado, sí lo hizo su cobertura vegetal, al tratarse de un elemento vivo. Hoy en día, se pueden encontrar hasta 31 especies arbóreas, 27 arbustivas y 2 palmeras, destacando la gran variedad de especies herbáceas.
Actualmente, se identifican un jardín productivo, con huertas, viñedos e invernaderos cuya finalidad era la de aclimatar y producir plantas exóticas durante la etapa de Bedmar.
En segundo lugar, un parque paisajístico-romántico, en el que destaca el jardín del arroyo, la fuente de la Isabela, con grutesco propia del estilo barroco español del siglo XVII, el lavadero y la Fuente del Tritón, que captaba el agua sobrante de los viajes de agua, junto a dotaciones deportivas características de los jardines de inicios del siglo XX como pista de tenis.
Por último, en el área norte, se encuentra la zona en la que se ubica una era de cultivo.
Viajes de agua:
La quinta de Torre Arias se encuentra localizada en una zona de arroyos pertenecientes a la cuenca del río Jarama. La presencia de agua, en forma de arroyos y viajes de agua, fue uno de los grandes condicionantes para su ubicación.
Se conserva el sistema de riego originario, que procede del viaje de Abroñigal bajo, construido en 1619. Se abastece de dos vías de agua, la Minaya, galería subterránea situada al oeste de la finca que termina en la fuente Tritón, y la Isabela, que termina en la fuente Rocalla.
Estos viajes de agua abastecían dos norias, de la que hoy se conserva la situada al norte de las caballerizas, tres pozos y varias fuentes, estanques y albercas a través de canalizaciones de ladrillo y piedra.