Necrópolis tardoantigua la Dehesa de la Oliva
Una antigua ciudad en los últimos escarpes de la sierra
La necrópolis tardoantigua de la Dehesa de la Oliva
El yacimiento de la Dehesa de la Oliva se localiza al noreste de los dos núcleos de población de Patones (de Arriba y de Abajo), prácticamente en el límite de la Comunidad de Madrid con la provincia de Guadalajara. Se ubica en una elevación que forma parte de la serrezuela denominada “Las Calerizas”, una banda de calizas cretácicas que se prolonga desde Torrelaguna hasta la localidad de Valdepeñas de la Sierra.
El lugar domina visualmente la confluencia de los ríos Lozoya y Jarama y las llanuras que se extienden hacia el sur, combinando el control estratégico del territorio circundante con las defensas naturales que ofrece su emplazamiento. Se compone de dos amplias plataformas que tienen una marcada pendiente hacia el valle del cercano río Jarama. La superior, con una superficie de 10 hectáreas aproximadamente, albergó el núcleo urbano más antiguo, de época romana tardorrepublicana, que quizás hunde sus raíces en un asentamiento carpetano previo, mientras que la inferior, de una extensión próxima a las 20 hectáreas fue ocupada en época altomedieval, utilizando también la despoblada plataforma superior como necrópolis.
El paraje estuvo protegido por una muralla de la que únicamente perviven en la actualidad algunos tramos. Las diferencias constructivas observadas en ellos sugieren que podría tratarse de obras de diferente cronología. La muralla que engloba la plataforma superior sería romana, mientras que la inferior quizás se erigió o modificó en época Altomedieval.
En la plataforma superior surgió durante el siglo I antes de Cristo un núcleo urbano de tipo latino, con un diseño ortogonal de calles que se cortan en ángulo recto y definen manzanas de planta rectangular.
Las viviendas, con fachadas a dos calles, forman largas manzanas que se perciben nítidamente en las fotografías aéreas. Constan por lo general de tres habitaciones y sus muros están construidos con un zócalo de piedras calizas sobre el que se asientan las paredes de tapial. La techumbre era de materia vegetal y los suelos de tierra apisonada. El lugar se abandonaría de forma pacífica en el primer tercio del siglo I después de Cristo, permaneciendo despoblado hasta el siglo V d. C., momento en que vuelve a ocuparse el paraje, asentándose los pobladores en esta ocasión en la plataforma inferior y empleando las viejas ruinas romanas de la parte superior como área funeraria. Este enclave, de cierta importancia a juzgar por su extensión, perdurará hasta los siglos VII-VIII después de Cristo.
La necrópolis altomedieval
Los pobladores de época altomedieval emplearon la parte más alta del cerro como necrópolis, excavando las tumbas en las ruinas de la vieja trama urbana tardorrepublicana. Las sepulturas ocupan el interior de las antiguas dependencias domésticas, adaptándose a la disposición de los muros existentes.
Hasta ahora se han excavado un total de 33 tumbas, que presentan orientaciones Norte-Sur y Oeste-Este. Se han identificado enterramientos de diversa tipología: en fosa simple, en cistas cuyas paredes están revestidas con lajas de caliza o de pizarra y en cistas con muretes de mampostería.
Los cadáveres se envolvían en un sudario y se depositaban directamente en la fosa o dentro de un ataúd, tal como evidencian los clavos que se han encontrado durante las excavaciones arqueológicas. En ocasiones las tumbas están ocupadas por más de un individuo, bien porque pertenecían al mismo ámbito familiar y habían fallecido al mismo tiempo o por tratarse de una reutilización de la sepultura. Se han podido documentar una serie de combinaciones de enterramientos, especialmente de adultos con niños, así como determinados elementos arquitectónicos combinados en algún caso con los restos de los muros preexistentes, que delimitan espacios físicos concretos dentro del área funeraria a modo de panteones.
La utilización de esta zona del cerro como cementerio habría comenzado a mediados o finales del siglo IV después de Cristo, manteniéndose en uso al menos durante todo el siglo V d. C.
Galería de imágenes
Actuación arqueológica
El yacimiento se descubrió a mediados del siglo XX durante las obras del Proyecto de Trazado del Canal del Jarama, una nueva infraestructura de transporte hidráulico realizada por el Canal de Isabel II a través del paraje donde se encuentran los vestigios arqueológicos. Existe la certeza de que anteriormente parte de la muralla y de las edificaciones de la antigua población que aquí existió habían sido desmanteladas para la producción de cal a gran escala, empleada en la construcción de la cercana presa del Pontón de la Oliva entre los años 1851 y 1857.
Campañas de excavación arqueológica
La primera intervención tuvo lugar en el 1952 bajo la dirección del ingeniero y arqueólogo Emeterio Cuadrado, descubridor del asentamiento que existió en este paraje. Algunos años después dirigió otras dos campañas más. Colaboró igualmente en los trabajos desarrollados en 1974 con el patrocinio de la Asociación Española de Amigos de la Arqueología, en el transcurso de los cuales se identificó una necrópolis medieval en la parte más elevada del yacimiento.
En 1990-91 durante las labores de limpieza de las áreas investigadas con anterioridad se identificaron y excavaron dos tumbas más y se exploraron algunos sectores del entorno del yacimiento, documentándose nuevas evidencias de ocupaciones prehistóricas que vinieron a sumarse a las de la cercana cueva del Reguerillo, declarada Monumento de Interés Nacional en 1944.
En el año 2005 se retomaron los trabajos en el yacimiento, al quedar éste incluido por la Dirección General de Patrimonio Histórico en el Plan de Yacimientos Visitables de la Comunidad de Madrid. También se excavaron dos nuevas tumbas. Al año siguiente dieron comienzo las tareas de restauración y consolidación de los vestigios hasta entonces descubiertos para su posterior musealización.
En la campaña del 2007 se amplió la información sobre la necrópolis y se excavó una tumba asociada a dos muros de piedra más antiguos, que se ha interpretado como un mausoleo. Al año siguiente se excavaron seis tumbas más.
Con las campañas de 2009 y 2010 se confirmó la existencia de un extenso sector residencial de cronología altomedieval en la plataforma inferior del paraje, al que pertenecería la necrópolis estudiada. Se realizó un levantamiento planimétrico de todo el yacimiento, a fin de disponer de una cartografía detallada que permitiera abordar el análisis global de todos los elementos descubiertos hasta entonces.
Durante las campañas de 2013, 2014 y 2015 continuaron los trabajos de identificación y documentación de estructuras pertenecientes a las épocas romana y altomedieval.