Una corte para el rey
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Una corte para el rey
Una corte para el rey

Una corte para el rey. Carlos III y los Sitios Reales

Del 20 de diciembre de 2016 al 26 febrero de 2017. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Con motivo de la conmemoración del tercer centenario del nacimiento en la capital, el 20 de enero de 1716, de Carlos III, rey ilustrado y madrileño por excelencia, la Comunidad de Madrid, a través de la Dirección General de Patrimonio Cultural, organizó esta exposición en colaboración con Patrimonio Nacional y la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, para dar a conocer la influencia ejercida por el monarca en la innovación y adecuación arquitectónica y urbanística de la Villa de Madrid y los Sitios Reales. Carlos III fue un rey fundamental en la configuración de una España que tenía aspiraciones de modernidad y de homologación con Europa.

La política reformista del monarca se plasmó de forma especialmente clara en el territorio que actualmente ocupa la Comunidad de Madrid, que, durante estos años, adquirió su conformación definitiva como centro de poder político, ya que el rey y su corte habitaban a lo largo del año tanto en la Villa de Madrid como en los restantes Sitios Reales. En realidad, Carlos III solo pasaba ocho semanas al año en la Villa de Madrid, Semana Santa y Julio. Durante el resto del año, el rey disfrutaba del resto de los Sitios Reales: la Primavera en Aranjuez, el Verano en San Ildefonso, el Otoño en El Escorial, la Navidad en Madrid y el Invierno en El Pardo.

En consecuencia, el esfuerzo de adecuación urbanística y arquitectónica no se limitó a la capital, sino que cada una de las cuatro poblaciones satélite quedó configurada como una pequeña ciudad-modelo, ejemplo de lo que para los ideales de la Ilustración debían ser tanto la capital como el país. El territorio fue equipado con infraestructuras dentro de una ordenación moderna que hoy, además de constituir la base de las actuales vías, ofrece una serie de hitos monumentales que forman parte de la identidad de Madrid. El sentido de la capitalidad desborda, así, el marco de una localidad y emparenta con una realidad europea manifestada en otros países: los sistemas de Sitios Reales en torno a las capitales. Estos últimos se convierten en pequeñas versiones de lo que la capital debía ser, llegando a ser más perfectos que la propia Villa y Corte.

 

UNA CORTE PARA EL REY. Carlos III y los Sitios Reales

Una corte para el rey. Carlos III y los Sitios Reales

La corte de un soberano tan destacado exigía un despliegue de dignatarios y servidores, y el gobierno de la monarquía europea con mayores dominios ultramarinos precisaba de una estructura burocrática desarrollada.

Una buena parte de ese entorno debía acompañar a Su Majestad fuera de Madrid, lo que explica el desarrollo de las cuatro poblaciones cortesanas en los Reales Sitios.

Se conciben, de este modo, unas estructuras urbanas que dan cobijo tanto a los edificios construidos por la Corona para sus servidores, como a los particulares que quieren edificar casas, que, alquiladas, servirán para alojar a cuantos tuvieran que seguir al rey o quisieran hacerlo.

La corte de un soberano tan destacado exigía un despliegue de dignatarios y servidores, y el gobierno de la monarquía europea con mayores dominios ultramarinos precisaba de una estructura burocrática desarrollada.

Una buena parte de ese entorno debía acompañar a Su Majestad fuera de Madrid, lo que explica el desarrollo de las cuatro poblaciones cortesanas en los Reales Sitios.

Se conciben, de este modo, unas estructuras urbanas que dan cobijo tanto a los edificios construidos por la Corona para sus servidores, como a los particulares que quieren edificar casas, que, alquiladas, servirán para alojar a cuantos tuvieran que seguir al rey o quisieran hacerlo.

En las monarquías europeas, entre las que España ocupaba un lugar destacado, el soberano cambiaba de residencia a lo largo del año.

En Francia, desde 1683, Versalles era la sede de la corte y del gobierno. Anualmente la corte se desplazaba a Fontainebleau en otoño, y solía hacer estancias breves en los palacios más cercanos a Versalles, sobre todo en Marly.

En Nápoles Carlos III siguió este ejemplo al emprender el enorme palacio real de Caserta, aunque no llegó a concluirlo. Asimismo, durante su reinado había construido varias residencias fuera de la capital en las que pasaba buena parte del año. Turín constituye el ejemplo más clásico de capital rodeada de una “corona” de palacios campestres para la caza y la vida en determinadas temporadas. Como en Madrid, estas residencias habían sido creadas en el siglo XVI, pero se desarrollaron en el XVIII con arquitecturas mucho más imponentes.

Desde la Edad Media los reyes de Castilla disfrutaban de derechos de caza en los montes inmediatos a Madrid y hasta algo más al Norte de la ciudad de Segovia.

Felipe II reafirmó esos derechos mediante pragmáticas continuadas por sus sucesores, y creó el Bosque Real de El Escorial, la Casa de Campo frente al Alcázar de Madrid y otros enclaves menores. También consolidó toda esa estructura de residencias campestres con la edificación de los palacios de Valsaín y de El Pardo y la ordenación de Aranjuez. En estos Sitios Reales los Austrias pasaban tres meses al año y en Madrid los nueve restantes.

Felipe V invirtió tal distribución, viviendo una estación completa en cada Sitio, y su hijo Carlos III siguió esa pauta. Esta circunstancia implicaba mejorar la red de caminos y puentes, de modo que el servicio a las necesidades de la Corona se solapa con la creación de carreteras.

Una corte para el rey. Carlos III y los Sitios Reales

Madrid, Palacio Real Nuevo

La mejora urbana de Madrid llevada a cabo por Carlos III fue decisiva para la limpieza de las calles, su empedrado, el sistema de saneamiento y el alumbrado.

Sin embargo, esta reforma no estuvo acompañada de replanteamientos en la trama urbana, apertura de nuevas calles o plazas o correcciones en el trazado viario. Por el contrario, el principal interés del monarca consistió en crear una salida cómoda hacia sus residencias campestres por medio de pendientes lo más suaves posible, grandes estructuras y desmontes de terreno dirigidos por Sabatini. Surgen así la “calle nueva” (Bailén), la cuesta de San Vicente y los paseos de la Florida y de la Virgen del Puerto.

Madrid. Buen Retiro y Prado

El paraje de Madrid que se convierte en la imagen de la ciudad del gobierno reformista de Carlos III es el Paseo del Prado. La necesidad de su reforma se planteaba no sólo por constituir el principal lugar de esparcimiento público, sino porque estaba próximo al Real Sitio del Buen Retiro. Concebido como lugar de recreo regio en el borde de la Villa, fue en el Retiro donde el rey pasó sus estancias en la capital hasta que en 1764 se concluyó el Palacio Nuevo.

En 1767 emprendió la reforma del adyacente Prado de San Jerónimo con la creación del Salón del Prado y sus fuentes, según trazas de los arquitectos José de Hermosilla y Ventura Rodríguez. Complementado por otras obras, desde el Jardín de la Primavera y la Puerta de Alcalá hasta el Real Jardín Botánico, el Paseo del Prado se convierte en la imagen urbana del reformismo ilustrado.

El Pardo

El Pardo, cazadero invernal, fue ampliado por Fernando VI mediante la compra de terrenos a particulares y a la Villa de Madrid. Emprendió también la construcción de una tapia que cerraba el Monte.

Carlos III culminó esta operación de compra y cerramiento. Durante su reinado la corte pasaba aquí el invierno, desde el 7 de enero hasta Semana Santa, pues en las grandes fiestas religiosas debía resultar visible en la capital. Por su cercanía a Madrid era posible desplazarse al Pardo desde la capital en el día para “hacer la corte” al rey en su cumpleaños, el 20 de enero, y por tanto era el Sitio donde el desarrollo urbano era menos necesario.

Aranjuez

Identificado con la primavera desde los Austrias, el Real Sitio de Aranjuez, se convierte con Carlos III en el espejo de la nación ideal, constituyendo la más ordenada y completa de estas pequeñas ciudades cortesanas.

Carlos III añadió nuevas calles arboladas al sistema de avenidas creado por Felipe II, y ampliado con Felipe V y Fernando VI hacia el Puente Largo. Las nuevas calles tienen un carácter ornamental, pero sobre todo práctico pues articulan los espacios destinados a los cultivos modélicos como los emprendidos en el Real Cortijo, en el Campo Flamenco y en el entorno de estos experimentos económicos que tienen un valor de modelo para el país y de imagen para el gobierno.

 

La Granja de San Ildefonso

Aunque fuera de la Comunidad de Madrid, el Sitio Real de San Ildefonso en La Granja, creado por Felipe V, no puede desvincularse del ciclo cortesano de los Borbones, habiendo constituido hasta el siglo XX la residencia regia de verano.

Carlos III acometió un replanteamiento completo de la población. Sus hitos más visibles fueron las Puertas de Segovia y de la Reina, la Casa de Infantes, y la Fábrica de Cristales; pero el mayor interés radica en el conjunto urbano, que respondía a los ideales ilustrados de salubridad, situando extramuros el hospital y servicios similares. Asimismo, el rey ordenó en los Montes de Valsaín una operación similar a la de El Pardo, es decir la compra de los bosques y su incorporación a la Corona.

San Lorenzo de El Escorial

San Lorenzo, fundación de Felipe II, no puede entenderse sin su Real Bosque creado por este monarca, y que Carlos III y Carlos IV mantuvieron y consolidaron, reedificando la cerca de piedra que lo limitaba. El Escorial constituía un magnífico cazadero para el otoño, estación que la Corte pasaba aquí, regresando a Madrid el día de la Inmaculada, fiesta importante para la Corte y patrona de la Orden de Carlos III. En El Escorial hacían noche también a mediados de julio, de camino hacia San Ildefonso.

La población de nueva planta fue diseñada por Juan Esteban en 1767, y no por el autor de los mejores edificios que en ella existen, Juan de Villanueva, que desde 1768 fue arquitecto de la comunidad jerónima. También lo fue del príncipe de Asturias y de los Infantes, para quienes construyó sendas casas de campo. Para sus criados levantó un edificio frente a la fachada principal del Monasterio, la Casa de Infantes; junto a ella la del Ministro de Estado, y otros inmuebles en el pueblo para la Corona y para particulares.

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